Laila Ripoll,
dramaturga, desvela los obstáculos que interponen los programadores de
espectáculos cuando se enfrentan a una obra que habla de desaparecidos
PATRICIA CAMPELO Madrid 01/12/2010
La buena crítica con la que ha sido acogida Santa
Perpetua, la última obra de la dramaturga Laila Ripoll, ha servido
para que este relato sobre los desaparecidos por la represión franquista vuelva
pronto a los escenarios. En febrero, la compañía Micomicón retoma la gira que
aún están terminando de cerrar y que les llevará por varios puntos de la
geografía española.
Esta última pieza teatral firmada por Ripoll retoma la estela que
dejaron Los niños perdidos (2005) y Cancionero
Republicano (2006), obras con mensaje social que abordaron con honestidad
esas temáticas de la memoria que obligan a volver la vista hacia ese pasado que
convive inexorablemente con el presente.
En Santa Perpetua, la dramaturga madrileña se encontró con una
historia que, a medida que la desarrollaba, iba adquiriendo formas bien
distintas. Y es que lo que comenzó con el relato de una "mujer
encamada", acabó convirtiéndose en el reflejo de la tragedia que aún
viven miles de personas en España: el drama de los que desaparecieron durante
la Guerra Civil y el franquismo.
Perpetua (interpretada por Marcos León) es la mayor de tres hermanos y
oficia de santa. Gracias a esta condición mantiene la economía familiar ya que
sus fieles pagan por sus milagrosos consejos. Plácido (Manuel Agredano) y
Pacífico (Juan Ripoll), son los esperpénticos hermanos que a la vez son
cómplices sin saberlo del secreto que la santa esconde bajo la tierra de su
dehesa. El cuarto en escena es Zoilo (Mariano Llorente), que se cuela en la
vieja casona y agita la memoria adormecida de la anciana, obligándola a admitir
lo que su conciencia trató de ocultar toda su vida.
Los personajes de Santa Perpetua, ¿son casos reales?
Son personajes que representan múltiples testimonios. Hay mucha
ficción y mucha documentación. Hemos obtenido información de innumerables webs,
del libro de Emilio Silva y Santiago Macías, Las fosas de Franco, del
reportaje de TV3, Las fosas del silencio, de Montse Armengou y Ricard
Belis. Han sido diez años de lectura, documentación, y de conversaciones con
testigos reales. En este tiempo vas hablando con gente y los testimonios de
primera mano te van descubriendo cosas. Es una labor de documentación
indirecta.
¿Qué te lleva a escribir esta obra?
No es que yo decidiera escribir esta obra, sino que la cosa me llegó
al revés, es decir, Marcos (Marcos León, el actor que interpreta a Perpetua),
conoció a una mujer de estas características y me habló de ella. Él hace muchas
grabaciones y trabajos etnográficos de campo y en uno de ellos conoció a una
mujer de un pueblo que se había encamado. A partir de ese momento comencé a
escribir, ya que mi intención inicial era contar la historia de una mujer
encamada, no un relato sobre desaparecidos. Al buscar información me di cuenta
de que en la zona que sirve de escenario en Santa Perpetua, (la línea con
Portugal), no hubo frente de guerra y sí mucha represión, muchos fusilados y
desaparecidos. Al final te acabas dando cuenta de que en este país, casi
cualquier familia ha pasado por esto.
"Hay sitios donde no han programado el espectáculo por miedo al
político"
¿Porqué decides narrar la obra en clave de humor?
A la gente hay que darle las cosas digeribles, sino, se te ponen en
contra. Además, siempre contamos nuestro espectáculo desde el humor y en este
caso, no podía ser de otra forma. La familia de Santa Perpetua es bastante
grimosa y representa a una España muy caduca e incluso ridícula, en la línea
del esperpento de Valle Inclán.
¿Crees que la cultura contribuye a que la opinión pública visualice el
problema que tienen las víctimas del franquismo?
Desde mi experiencia, al igual que con Los niños perdidos, mi
intención no es tanto la de convencer a los que aún no estén convencidos como
servir de purga para los que no han encontrado solución a su dolor. De lo que
se trata es que la gente normalice este tema, que se pueda hablar con
normalidad y con la cabeza bien alta. Las víctimas viven en una situación de
injusticia brutal y es algo que hay que denunciar para que algún día se llegue
a la solución.
¿Habéis encontrado inconvenientes a la hora de representar la obra en
algunos escenarios?
"Nos pusieron silicona en el teatro donde íbamos a
representar Cancionero Republicano"
Con Santa Perpetua aún no, pero en anteriores espectáculos como Los
niños perdidos, o el musical, Cancionero Republicano, llegamos a
tener problemas incluso de censura. En Cancionero, se hablaba de música
y de la Constitución republicana, y el cartel que anunciaba la representación
estaba ilustrado con la alegoría de la II República y la bandera, y sólo por
ese cartel, nos pusieron infinidad de pegas. Además, justo coincidió su
representación con las últimas elecciones municipales y en muchos municipios de
la Comunidad de Madrid nos llegaron a retirar el espectáculo. En otro municipio
donde representábamos Cancionero hace un par de años nos pusieron silicona en
la cerradura del teatro. Hemos visto casos de programadores a los que les
gustaba la obra pero no nos contrataba por miedo al rechazo del político o
concejal de turno.
¿Es por ello que los grandes escenarios se atreven en menor medida a
representar obras con esta temática?
Los niños perdidos se representó en el María Guerrero y allí no
tuvimos problemas. Lo que ocurre aquí es que la sociedad siempre va por delante
de los que programan los espectáculos y el inconveniente está ahí, en la
perversión tremenda del que tiene la responsabilidad de contratar una
determinada representación. Nos consta que hay gente que no nos lleva a sus
teatros por miedo de que les echen. Todo esto está pasando, y con dinero
público.
¿Hay vínculos familiares con desaparecidos en la compañía teatral?
Entre los actores hay algún familiar lejano pero sobre todo hay
historias de que ahora empiezan a salir a la luz. Las familias han pasado años
ocultando su pasado porque creían que así protegían a sus descendientes. Por
suerte ahora la gente comienza a saber la verdad.
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