La líder boliviana, que falleció el 13 de marzo,
participó en las movilizaciones contra Barrientos y Bánzer
MABEL AZCUI
Cochabamba 13 MAR 2012 - 20:22 CET
La virulencia de un cáncer venció finalmente a Domitila Barrios de
Chungara, indomable líder minera, cuyo coraje fue piedra de tropiezo para las
dictaduras militares que gobernaron Bolivia entre 1964 y 1982. Chungara
falleció esta madrugada en Cochabamba, según informaron sus familiares. El
próximo 7 de mayo iba a cumplir 75 años.
El Gobierno del presidente Evo Morales decretó tres días de duelo por la
muerte de la líder minera, a quien la ministra de Comunicación, Amanda Dávila,
calificó como “una de las más importantes representantes de la lucha por la
democracia en Bolivia”, informa Efe.
Su indignación contra los militares tras la masacre de San Juan, el 24 de
junio de 1967, le costó la vida de un hijo que murió al nacer en una lóbrega
celda, sin auxilio y víctima de las patadas y golpes de los militares que la
detuvieron por insultarlos. El Gobierno del general René Barrientos intervino
militarmente los distritos mineros para frenar una huelga y en la noche de San
Juan acabó con la vida de decenas de hombres y mujeres en las minas de Catavi y
Siglo XX.
Los distritos mineros fueron de nuevo ocupados militarmente tras una huelga
de protesta contra el régimen de Hugo Bánzer (1971-1978) y Domitila Chungara se
refugió en una mina junto a los dirigentes del sector, pero tuvo que salir
forzada por otro alumbramiento, esta vez de mellizos. Uno de ellos estaba ya
muerto en su vientre, aparentemente debido a los gases tóxicos dentro de la
explotación.
En diciembre de 1977, cuatro esposas de trabajadores mineros comenzaron una
huelga de hambre en el arzobispado de La Paz para exigir al Gobierno de Bánzer
una amnistía política y el retorno a la democracia mediante elecciones
generales. Domitila Chungara se sumó poco después al ayuno y en pocos días la
siguieron miles de bolivianos en todo el país hasta arrancar de Banzer el
decreto de amnistía para miles de exiliados políticos y la promesa de
elecciones a corto plazo.
Primero trabajó como palliri (dedicada a rescatar mineral entre los
residuos o desmontes) para alimentar a sus cinco hermanas y a su madre enferma
y comenzó sin pensarlo su carrera política como secretaria ejecutiva del Comité
de Amas de Casa de Siglo XX, un vital instrumento de apoyo a los sindicatos de
trabajadores mineros. Esa convicción de la lucha conjunta de varones y mujeres
contra el sistema de explotación laboral sacudió desde sus bases la tribuna del
Año Internacional de las Mujeres que se celebró en México en 1975.
Contra toda corriente del feminismo a ultranza presente en ese foro, la
líder minera afirmó que la lucha de la mujer no podía ser contra el hombre,
sino contra el sistema de dominación económica, política y cultural de los
pueblos. Para ella, el cambio debía darse mediante la igualdad de derechos de
hombres y mujeres, acceso igualitario a la educación y al trabajo, para
emprender una lucha en pareja contra la opresión y la dominación del
capitalismo.
Madre de 11 hijos, cuatro de ellos fallecidos, salió al exilio en la década
de los ochenta, pero pronto volvió a Bolivia y se instaló en Cochabamba, donde
impulsaba un centro de formación política especialmente destinada a las jóvenes
de los barrios más empobrecidos de esta ciudad.
En su natal Pulacayo y en los distritos mineros de Oruro
y Potosí se declaró el duelo. Por su parte, la Gobernación de Cochabamba
dispuso que sus restos se despidieran con honores desde sus instalaciones, como
homenaje a una madre coraje y a una líder indómita frente a los regímenes
militares en Bolivia.
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