Una muestra en el Museo Judío de Nueva York recorre la
historia de la comprometida Photo League entre 1936 y 1951
ANDREA
AGUILAR Nueva York 17 FEB 2012
Tenía algo de escuela, de galería, de editorial, de punto de encuentro y de
debate donde, desde la misma práctica, se intentaba discernir el papel que
política y estética estaban llamadas a jugar en el entonces incipiente género
de fotografía documental. En 1936 un grupo de jóvenes fotógrafos encabezados
por Syd Gorssman forman la legendaria Photo League
en Nueva York. Su ideario pretende incidir en el lado más político del arte.
Apenas 15 años después esta asociación se disolvería tras sufrir el acoso de la
Caza de Brujas del McCartismo. La muestra Radical Camera: New York’s Photo
League 1936-1951, abierta en el Museo Judío
hasta el 25 marzo, rinde homenaje a los fotógrafos y artistas de este grupo y
reúne cerca de 150 fotografías, además de vídeos y publicaciones de la época.
Casi un siglo separa las imágenes de los grupos de protesta que acamparon
el pasado otoño en Wall Street de las que abren esta exposición, en las que se
muestran las manifestaciones que a mediados de los años treinta denunciaban la
especulación capitalista. A pesar de los programas estímulo impulsados por
Roosevelt en su New Deal, las cifras de desempleo alcanzaban un máximo
histórico en EE UU, por encima del 20%. Al amparo de estas ayudas surge la
Photo League, una iniciativa que agrupó a un singular grupo de fotógrafos
profesionales como Weege, Paul Strand y Berenice Abbot y amateurs dispuestos a
investigar el ángulo de denuncia y a discutir el papel de la política en el
arte fotográfico. En la Photo League se formó todo una generación de fotógrafos
neoyorquinos, en un momento en el que se produjo una fuerte demanda de imágenes
ante el creciente número de revistas de actualidad.
Desde el principio se organizaron exposiciones, se impartieron talleres y se
puso a disposición de los alumnos las instalaciones para revelar sus imágenes.
Las cámaras portátiles de 35mm que habían llegado al mercado en los años veinte
propiciaban un acercamiento a los sujetos fotográficos desconocido hasta
entonces, mucho más informal y certero. Los alumnos y maestros de la Photo
League –inmigrantes de primera generación en su mayoría– peinaban las calles de
la Gran Manzana a la caza de imágenes que reflejaban y denunciaban aquel
presente, la turbulenta década de los 30. Niños jugando en la calle emulando
linchamientos, peatones deambulando por las aceras, edificios atestados de
inmigrantes, chavales bañándose en el Hudson o policías patrullando por Harlem,
ofrecen un retrato en blanco y negro que destila verdad, de una ciudad cuyas
calles han sido posteriormente tantas veces fotografiada. “Aunque la Photo
League inicialmente enfatizara una agenda de trabajo bastante limitada, su
verdadera contribución está inmersa en la transición hacia la experimentación y
espontaneidad de ese periodo en el que las cámaras salieron a las calles”,
afirma el comisario de la exposición, Mason Klein, en el catálogo.
El sentimiento casi desesperado, que el influyente crítico e historiador
Beamount Newhall, percibía en el deseo de este grupo por transmitir un mensaje
con calado sociológico, dejó paso en la década de los cuarenta a
consideraciones estéticas. Tras el New Deal llegó la Segunda Guerra Mundial, y
sobre el tema bélico trabajaron muchos de los miembros de la Photo League.
Además en estos años, un importante número de mujeres se unieron a esta
asociación. También se puso en marcha una publicación, Photo Notes, en
la que se cuestionaba el papel de la fotografía como instrumento social. En las
Photohunts o “carreras-concursos fotográficos” los miembros de la asociación
eran retados a salir a la calle y tirar fotos a partir de un tema, por ejemplo
“los pies cansados” o “siga a esa rubia”. Por la tarde se revelaban las
imágenes y un jurado decidía cuál era la mejor foto. Muchas de ellas están en
la muestra.
El rechazo inicial de la Photo League al estilo modernista, que llevó a sus
miembros a enfocar los objetivos en las realidades más duras de la gran ciudad,
les condujo en la siguiente década a plantearse cuál era exactamente su punto
de vista: ¿Qué papel ocupaba el fotógrafo frente a sus propias imágenes? Sid
Grossman, –uno de los miembros más veteranos de la Photo League que fue denunciado
como comunista ante McCarthy– impulsaba a sus colegas y alumnos a debatir esta
cuestión. “El deseo de ser testigo acarreaba un estudio delicado del medio
fotográfico para poder fusionar el realismo con una sensibilidad nueva que se
estaba gestando entonces”, apunta Klein.
Con la guerra fría cambió el clima político y en 1947 la
asociación fue incluida en la lista negra del Fiscal General. Sus miembros
fueron acusados de pertenecer a un grupo “fascista, totalitario, comunista o
subersivo”. Delaciones y juicios se sucedieron. Para defenderse, la asociación
montó en 1948 la exposición This is Photo League, mostrando la calidad y
diversidad de trabajos que se habían creado, con fotos de más de 90 miembros.
Pero este esfuerzo llegó demasiado tarde y el grupo acabó disolviéndose en
1951. Habría que esperar más de 50 años para que una exposición volviera a
reunir su trabajo, un potente autorretrato de la fotografía documental en Nueva
York.
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