xoves, 15 de marzo de 2012

Gervasio Sánchez, 25 años en el frente del fotoperiodismo


Una exposición en Madrid recorre la trayectoria y la mirada humanista de un fotógrafo al límite
Catro nenas miran desde un coche esnaquizado en Saraievo, 1994
La exposición antológica de Gervasio Sánchez que hoy abre sus puertas en Tabacalera de Madrid pudiera llamarse Todos los conflictos de Gervasio, aunque la palabra “conflicto” puede sustituirse por “humanidad”, o por “decencia”, también por “ternura” pese al espanto que la mayoría de las imágenes colgadas en las paredes muestran. En total son 148 fotografías, a color y en blanco y negro, tomadas en una veintena de países de África, Asia, los Balcanes, América Latina y otros rincones del mundo asolados por guerras, hambrunas, catástrofes, epidemias e injusticias diversas y tremendas, un auténtico inventario de la sinrazón y el horror que la mayoría de la gente prefiere no ver.
Estamos ante un trabajo tenaz e inquietante, que abarca 25 años de vida de este fotorreportero de raza y el mismo cuarto de siglo de infierno para las víctimas, algunas de las cuales murieron mirando a su cámara.
Ahora Gervasio (Córdoba, 1959) las honra y dignifica con esta exposición, que puede leerse como una suma de pequeñas denuncias (a razón de una por fotografía) o como una gran y única acusación, que es a la vez un llamado a la cordura y a reaccionar: ¡Miren lo que nos está pasando, hay que hacer algo para detener esta locura! Recorrer la exposición de Tabacalera con Gervasio como guía estremece a la vez que sirve para ponerle nombre y apellido al sufrimiento.
“Este es Samuel, había soportado la amputación de sus manos y su lengua cuando fue tomada la foto en Freetown (Sierra Leona), en enero de 1999”; “estas niñas jugaban en el interior una furgoneta destrozada por las balas y las bombas en Sarajevo [marzo de 1994]. A la de la derecha pude localizarla quince años después por el gorro que llevaba. Estaba bien”, explica ante una de sus fotos más conocidas de la guerra de Bosnia, utilizada para la portada del catálogo, editado por Blume.
Al lado, otra famosa imagen de aquella fatídica guerra, la de la biblioteca de Sarajevo destrozada por una bomba incendiaria en agosto de 1992. En este caso no hay víctimas humanas en el encuadre, solo los restos derruidos del edificio.
“Fue un memoricidio más en la lista de los que jalonan en la historia en la historia inhumana de la humanidad”, asegura Juan Goytisolo al comentar hoy aquella foto, capturada en 1993. “La imagen tomada por Gervasio Sánchez capta perfectamente el cuadro de horror y desolación del lugar (…) La armazón metálica de la cúpula de vidrio por la que cayeron los cohetes parecía una gigantesca telaraña por la que se filtraba la luz, los soportales del patio interior mostraba apenas su fina labor de yesería, el espacio central era un montón ingente de escombros, cascotes, vigas, papeles chamuscados. Pero, como dijo un poeta a sus inquisidores, ‘podéis quemar mis libros más no el espíritu que contienen”.
La muestra –organizada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte con motivo de la concesión a Gervasio del Premio Nacional de Fotografía en 2009– comienza con el sonido atronador de un bombardeo sobre Sarajevo sitiado, grabado en uno de sus viajes con el periodista Alfonso Armada, junto a quien ha cubierto las peores guerras de medio mundo. Tras las explosiones, que funcionan como un martillazo a la conciencia, se estructura un recorrido por su obra vertebrado en cinco grandes bloques (América Latina, Balcanes, África, Vidas Minadas y Desparecidos), con las imágenes ordenadas de forma cronológica.
América Latina (1984-1992) reúne las fotografías de sus primeros conflictos y sus primeros aprendizajes –Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Chile, Panamá, Perú Colombia– Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Chile, Panamá, Perú Colombia -.. Son fotos de prensa, contundentes y despojadas de artificios, pero sin abandonar cierta carga poética, como en la fotografía de un soldado salvadoreño que conversa con su novia en Sopayango, con su fusil abandonado. “Un día un niño en Morazán me preguntó con qué país estaba en guerra el mío, y al responderle que con ninguno, me dijo extrañado ¿y como es un país sin guerra?”. Se le quedó grabado, y lo cuenta también en el catálogo de la exposición, cuyo prólogo es de Antonio Muñoz Molina.
Los Balcanes (1991-1999) y África (1994-2004) nos ponen delante del Gervasio más maduro y sensible, después de haber visto de cerca tanta sangre y tanto dolor. En 1991 abandonó por completo su trabajo a medio tiempo de camarero para sumergirse por entero en el periodismo, y aquí están los resultados: Croacia, Bosnia, el cerco de Sarajevo – de donde salió su primer libro, del mismo nombre – y más tarde Kosovo. El genocidio de Ruanda, el cólera, las ejecuciones en las calles de Monrovia, las mutilaciones como arma de guerra en Sierra Leona y el drama de los niños soldado.
Dice Gervasio, frente a una sobrecogedora fotografía que muestra una niña junto a centenares de cadáveres de víctimas del cólera en una carretera de Goma (República Democrática del Congo), que un día de 1994 con Alfonso Armada se pusieron a contar los muertos en un trayecto de tres o cuatro kilómetros. “Contamos más de 1.500”, recuerda, asegurando que aquella fue sin duda la situación más horrible que ha vivido en su vida. “Los enfermos de cólera se morían y no había suero que ponerles en los hospitales. Algunos niños te miraban a la cámara mientras agonizaban… y en tres disparos pasaban de la vida y la muerte. Podías elegir los muertos o esperar la mejor luz porque nadie se quejaba o te molestaba”.
Vidas Minadas (1995-2007) y Desaparecidos (1998-2010) son los dos grandes proyectos documentales más relevantes de Gervasio. En el primero, comenzado en África en 1995, se muestran numerosos aspectos del drama de las minas, desde los accidentes fortuitos hasta los procesos de rehabilitación y la vida cotidiana de las víctimas. Se sigue especialmente el caso de tres jóvenes, el camboyano Sohkheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la mozambiqueña Sofía Elface Fumo, quien perdió las dos piernas cuando iba a buscar leña. Gervasio la retrató por primera vez en 1997 y una de las fotos que se exhiben, de Sofía con su hija Alia, tomada en 2007, ganó el premio Ortega y Gasset de periodismo.
Desaparecidos documenta el drama de la desaparición forzosa –“para los familiares de las víctimas no saber que ha pasado con ellos es peor que la muerte”, asegura– Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Chile, Panamá, Perú Colombia -. en diez países de tres continentes, incluidas las cunetas de España. “Los conflictos no terminan cuando los políticos quieren, sino cuando terminan sus consecuencias”, dice Gervasio antes de concluir la conversación. Para las víctimas siempre es demasiado tarde.
La comisaria de esta muestra antológica, Sandra Balsells, ha buceado en los archivos personales del periodista para seleccionar imágenes poderosas y menos conocidas. Cuenta que además decidió incluir ocho murales con cerca de cien retratos de personas afectadas por las realidades documentadas, sobre todo imágenes de víctimas de mutilaciones y de los niños soldado que realizaron muchas de ellas (sobrecoge los rostros duros y a la vez inocentes de ambos, muy similares), así como damnificados por las minas antipersona y familiares de desaparecidos a lo largo del mundo. Hay también seis materiales audiovisuales en los que se muestran cientos de fotos de Gervasio que no caben en las paredes de Tabacalera, desde donde ahora mismo se escucha un gran grito de ¡Basta!.
"Casi tan asombrosa como la capacidad humana para hacer daño es la capacidad humana para no verlo", dice Muñoz Molina en el prólogo. A partir de ahora, menos.

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