ÁLVARO CORCUERA
Cada persona con su estilo, antes de salir de casa, elige la ropa que vestirá. Si preguntamos a una musulmana por la cantidad de hiyabs o pañuelos islámicos que tiene, es probable que sonría, con menor o mayor pudor, al repasar mentalmente su armario. "Muchísimos", reconocerá alguna. El hiyab no es una prenda que escape al consumismo y la coquetería en el vestir.
Omnia Nur ha elegido esta mañana el verde oscuro para tapar su cabeza. Tiene pañuelos "de todos los colores", sonríe: "Hay que combinar e ir bien vestidas". Su ropa occidental no es ceñida. Está a salvo de las miradas: "Los hombres han molestado siempre a las mujeres que van demasiado presumidas". Su pelo lleva ocho años escondido en público.
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