JOSEP RAMONEDA
Meursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus, fue condenado por no haber sido capaz de llorar en el entierro de su madre. Judith Butler, con su concepto de vidas precarias, indaga en aquellas vidas invisibles, "que no son susceptibles de ser lloradas". Nos movemos en unos marcos mentales que determinan nuestra relación con la vida de los demás y que limitan las posibilidades de reconocimiento. Romper estos marcos significa repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la dañabilidad, la interdependencia. El problema no es meramente "cómo incluir más personas dentro de las normas ya existentes, sino considerar cómo las normas ya existentes asignan reconocimiento de modo diferencial". En este análisis descubriremos cómo las distintas formas de expresión cultural que emanan del poder refuerzan los marcos referenciales, apuntalan los mecanismos de exclusión. Incluso a menudo se acude al discurso de los derechos humanos, a las cuestiones de género y a otros elementos del discurso emancipador para legitimar la negación del reconocimiento a otros. Judith Butler analiza estos mecanismos tomando como ejemplo la tortura y la fotografía. Y plantea la urgencia de reflexionar y cambiar la perspectiva sobre tres cuestiones centrales: el concepto de vida, la violencia de Estado y el discurso del miedo. Al tiempo que defiende como actitud moral, si se me permite la expresión, la conciencia de vulnerabilidad, la capacidad de compartir precariedad, la asunción de que cualquier forma de supervivencia pasa por el grupo, por la relación con los demás. "Lo que limita quién soy es el límite del cuerpo, pero el límite del cuerpo nunca me pertenece plenamente".
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