mércores, 19 de maio de 2010

'Nakbah' 2010



ILAN PAPPE
EL PAÍS - Opinión - 18-05-2010

A medida que pasan los años resulta cada vez más evidente que el mayor desafío al que debemos enfrentarnos es el triste hecho de que la Nakbah no ha terminado. Y cuando digo "debemos" me refiero a todos aquellos que individualmente o como miembros de algún colectivo hemos aceptado la responsabilidad de mostrar al mundo nuestra solidaridad con el pueblo palestino y nuestra determinación de poner fin a su opresión. De explicar y presentar la catástrofe de 1948 como un proyecto de desposesión de todo un pueblo que no ha terminado todavía y que si no hacemos algo para detenerlo -cosa que aún no hemos logrado- alcanzará, ineludiblemente, sus últimas y siniestras metas.

Tantura, la más grande de las citadas seis aldeas restantes, quedó en medio de territorio judío, como "una espina en la garganta", en palabras de la historia oficial de la guerra de la brigada Alexandroni. El 23 de mayo le llegaría su turno. Oficiales de la inteligencia judía ofrecieron a dos o tres notables, incluido el mukhtar (el alcalde), ciertas condiciones para que se rindiese. Esas condiciones fueron rechazadas sospechando, al parecer con razón, que una rendición sería sólo el paso previo antes de la expulsión. La noche del 22 de mayo atacaron el lugar por cuatro lados. Buena parte de la población quedó en manos de la fuerza ocupante. Después, los cautivos fueron trasladados a la playa. Allí se separó a los hombres de las mujeres y los niños, a los que se obligó a marchar hasta la cercana Fureidis; algunas familias lograron reunirse 18 meses después. La brigada Alexandroni y otras fuerzas judías asesinaron a 200 hombres entre los 13 y los 30 años.

Y hemos de advertir también que es esta misma ideología la que convierte a todos los palestinos, ellos y ellas y allá donde estén, en objetivos potenciales de las próximas etapas de desposesión que el Estado de Israel tiene intención de llevar a cabo: beduinos de la zona de Naqab amenazados por nuevas expulsiones y por la guetización de sus reservas y enclaves; la población de Gaza que vive bajo la constante amenaza de brutales ataques por parte del ejército israelí, enfrentada al hambre y a una muerte lenta; palestinos residentes en el área del Gran Jerusalén, habitantes de unas zonas condenadas a su desaparición por los planes políticos y urbanísticos de las autoridades encaminados a conseguir una ciudad por completo desarabizada; y, también, los palestinos de Muthalath, Wadi Ara, Jaffa, Ramleh, objetivos directos de una miserable política de judeización que acabará privándoles de sus medios de subsistencia, de sus derechos elementales y de toda calidad de vida, sin olvidar tampoco los palestinos de los campos de refugiados de Líbano y Siria: ninguno de ellos se encuentra a salvo del último empujón sionista a un proyecto que se inició en 1882 y que pretende someter, también por la fuerza, a los países árabes vecinos.

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