ILAN PAPPE
A medida que pasan los años resulta cada vez más evidente que el mayor desafío al que debemos enfrentarnos es el triste hecho de que la Nakbah no ha terminado. Y cuando digo "debemos" me refiero a todos aquellos que individualmente o como miembros de algún colectivo hemos aceptado la responsabilidad de mostrar al mundo nuestra solidaridad con el pueblo palestino y nuestra determinación de poner fin a su opresión. De explicar y presentar la catástrofe de 1948 como un proyecto de desposesión de todo un pueblo que no ha terminado todavía y que si no hacemos algo para detenerlo -cosa que aún no hemos logrado- alcanzará, ineludiblemente, sus últimas y siniestras metas.
Recientemente hemos sido testigos de un cambio de actitud en algunos países occidentales, incluyendo a los Estados Unidos. No obstante, ninguna de las élites emergentes parece tener el mínimo interés en enfrentarse a Israel o a sus atroces políticas. Sin embargo, y a diferencia de sus gobernantes, la opinión pública de estos mismos países ha dado muestras de comprender mucho mejor la situación y de estar dispuesta, además, a enfrentarse a ella.
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