IGNACIO CEMBRERO - Madrid
El policía español se disponía a sellarle su pasaporte guatemalteco. De pronto se percató de que sus colegas marroquíes habían estampado en una hoja la palabra "expulsado". Preguntó entonces a Silvia Cordón, la titular del documento de viaje, si estaba siendo expulsada de Marruecos. "Sí", le contestó. ¿Desea usted entrar en España?, le inquirió el agente. "No", le respondió.
Cordón es una de las decenas de cristianos -su número ronda ya los 90- expulsados de Marruecos desde el primer fin de semana de marzo, pero desde entonces el goteo continúa. El pasado fin de semana les tocó el turno a otra decena de cristianos. La mayoría son evangélicos y varios de ellos se vieron obligados a salir del país a través de España.
A algunos las autoridades les han reprochado hacer proselitismo y quebrantar la fe del musulmán -un delito recogido en el código penal- pero a otros muchos no les han explicado porqué se les sancionaba . En teoría deberían haber sido juzgados por ese "delito".
"Les pedí que me dieran una orden escrita, una razón para echarme, pero me dijeron que obedecían instrucciones de arriba", asegura Cordón que habló por teléfono con éste corresponsal desde una cafetería de Beni Enzar tras ser rechazada en frontera. "Creo que los españoles me hicieron un favor", añade.
"La policía vino el miércoles [5 de mayo] a buscarme a mi casa en Tahala para decirme que lo sentían pero debía de irme del país", prosigue Cordón. "Me dieron 15 días para hacerlo, pero el jueves se presentaron en el colegio para apremiarme". "Me eché a llorar". "Ellos, los agentes, siempre fueron educados".
"El viernes a las diez de la noche salimos de mi domicilio y en mi propio coche, con dos policías que viajaron conmigo en mi vehículo, rumbo a Melilla", continúa "Me dio tiempo a despedirme de mis alumnos y de mis vecinos". "Lloramos mucho". A otros expulsados, como el franciscano Rami Zaki, la policía marroquí ni siquiera le permitió pasar por su casa para recoger sus enseres antes de ser conducido al aeropuerto.
Cordón trabajaba en Marruecos para una ONG, Desarrollo y Consultoría Pro Mundis , con sede en Granada, de inspiración cristiana protestante que en 1999 suscribió un acuerdo de colaboración con el Gobierno marroquí. "Si me preguntan por mi fe yo no la disimulo, pero ante todo respeto las leyes del país y no me dedico al proselitismo", asegura Cordón. "Si me acusan de practicarlo deberían aportar pruebas", añade.
"Estamos consternados ante la forma de proceder: sin explicación, sin constancia escrita, sin posibilidad de defensa y hasta sin tiempo para cerrar asuntos personales", afirma Emilio Matamoros, presidente de la ONG granadina. "Deseamos continuar nuestro trabajo de desarrollo y la promoción de la tolerancia y comprensión mutua, en especial entre musulmanes y cristianos".
Tras horas de espera en Beni Enzar a que sus custodios decidieran su suerte, Cordón regresó el sábado por la noche a su casa de Tahala. En la mañana del domingo vinieron a buscarla para trasladarla, éste vez en un vehículo del Ministerio del Interior, al aeropuerto de Casablanca dónde embarcó rumbo a Guatemala haciendo escalas en Madrid y México. Interior intentó que la ONG abonase el billete, pero acabó sufragando su importe (25.000 dirhams marroquíes o 2.257 euros).
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