TEREIXA CONSTENLA - Madrid
A los pocos días de llegar a Londres como nuevo embajador en septiembre de 1936, Pablo de Azcárate coincidió en un banquete con su amigo lord Cecil of Chelwood, que le intentó presentar a Winston Churchill. "Al oír que se trataba del embajador de España, rojo de ira y sin estrechar la mano que yo instintivamente le tendía, Churchill declaró que no quería tener relación alguna conmigo y se alejó murmurando entre dientes: "Sangre, sangre...".
Este extracto de las memorias de Pablo de Azcárate, uno de los diplomáticos leales a la Segunda República, evidencia la soledad internacional del Gobierno español democrático al inicio de la Guerra Civil. Nunca Azcárate tuvo oportunidad de entrevistarse con los primeros ministros británicos (Stanley Baldwin y, desde mayo de 1937, Neville Chamberlain). Las guerras también se pierden en las alfombras.
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