Una especie de mística indigenista flota en el movimiento hispano organizado en contra de la nueva ley de inmigración de Arizona. "Hasta ahora los indios iban a lo suyo y es la primera vez que se unen a algo más", señala uno de los dirigentes locales de la lucha contra la legislación SB1070. La manifestación que el sábado recorrió las calles de Phoenix arrancó con una ceremonia india y sus representantes fueron los primeros que intervinieron desde la tribuna. Esa inspiración indigenista trata de conectar con discursos como el del boliviano Evo Morales; pero también es cierto que el peso de nativos americanos, de los indios, es enorme en Arizona. En este Estado, viven 21 tribus diferentes y un cuarto de sus tierras totales son reservas indias y en este movimiento en defensa de los sin papeles se cruzan los carteles de Gerónimo, el rebelde Apache que luchó por estos desiertos, con Zapata.
xoves, 3 de xuño de 2010
La lección de los navajos
"A ellos la frontera les cruzó, porque estaban aquí mucho antes de las fronteras", explica Salvador Reza, uno de los líderes de la movilización contra la Ley SB 1070, que comenzará a aplicarse el 29 de julio si la protesta global no lo impide y que permite a la policía parar e identificar a cualquiera que pueda parecer que esté en situación irregular en EEUU. Los miembros de la tribu Tohono Oodham, por ejemplo, hablan español en el norte de México e inglés en el sur de Estados Unidos porque son hermanos divididos por la frontera. Esta tribu, que cuenta con 20.000 miembros, es la segunda más importante de EE UU, después de la nación Navajo que, con 250.000 miembros, es la mayor tribu de este país. Y también estén los Hopi, los Cocopah, los Apache, los Yavapai, los Nojave, los Quechan, los Paiute...
Frente al capitolio de Arizona, puede verse una gigantesca estatua en homenaje a los Navajo que participaron en la II Guerra Mundial, los Navajo code talkers, los héroes olvidados de aquel conflicto: utilizaban el navajo para comunicarse y su lenguaje ancestral se convirtió en un código tan secreto como sencillo que resultaba indescifrable para los japoneses. Lo malo es que no podían ser capturados vivos (la película de John Woo con Nicolas Cage Windtalkers no hace ningún honor a sus hazañas con tantos tiros a cámara lenta), porque había que proteger el código por encima de todo. Su papel fue reconocido solo mucho más tarde, en los sesenta porque, en teoría, había que mantener el secreto para que los enemigos (comunistas entonces) no se dedicasen a estudiar el navajo. En realidad, detrás de este olvido se escondía el claro propósito de robarles su reconocimiento a los indios.
La inmensa reserva de los navajos del norte de Arizona es un territorio árido y duro, sin recursos, pobre y con ley seca por los problemas de alcoholismo, pero está bañado por una dignidad ancestral que se disputan las dos partes del conflicto que divide este Estado y este país: los partidarios de expulsar a todos los inmigrantes sin papeles y aquellos que luchan por los derechos civiles que han conquistado con su trabajo. Los nativos americanos han elegido apoyar esta segunda opción. La reserva navajo contiene dos de los lugares más bellos de Estados Unidos: Monument Valley, los icebergs de roca roja que se alzan en mitad de la nada y entre los que John Ford rodó obras maestras como Centauros del desierto, y el cañón de Chelly, un lugar sagrado para los navajos porque encarna su resistencia frente al hombre blanco, sobre todo simboliza su principal virtud: que nunca se rindieron y allí siguen. Toda una lección de vida.
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