IGNACIO VIDAL-FOLCH
Sobre la vida y la muerte en los campos de esclavos durante el régimen soviético es ya considerable el número de testimonios de los supervivientes y de los trabajos de los investigadores en los archivos abiertos tras la caída del bloque soviético. El secretismo absoluto sobre lo que allí sucedía, preocupación constante del régimen, y el régimen mismo, son ilusiones del pasado. Ahora, gracias a los libros de Anne Applebaum -Gulag-, de Gustaw Herling -Un mundo aparte-, de Margarete Buber-Neumann -Prisionera de Stalin y Hitler: un mundo en la oscuridad-, que vienen a agregarse a los vía crucis clásicos de Varlam Shalámov -Relatos de Kolymá- y Solzhenitsin -Archipiélago Gulag-, además de la memoria carcelaria del polaco Alexander Wat -Mi siglo-, por citar algunos de los que se vienen editando en España en los últimos años, se conocen las macrocifras, las grandes magnitudes de la catástrofe, y también se conoce una miríada de detalles, infernales detallitos.
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