mércores, 2 de xuño de 2010

"Un cura lo delató y ahora otro impide buscarlo"


Manuel Domínguez fue un cantero fusilado en 1936. La jueza del juzgado de O Porriño (Pontevedra) María Domínguez archivó el caso en un auto del 29 de abril de 2009

P.R. / D.B. / A.M. Madrid / Sevilla 30/05/2010 17:00


"El mismo odio que veo ahora cuando se habla de la memoria histórica es el que se llevó a mi padre", reflexiona Manuel Padín, de 74 años, sobre la muerte de su abuelo, Manuel Domínguez, fusilado a los 27 años en O Porriño (Pontevedra). Es en esa localidad donde nadie le ha conseguido facilitar recuperar los restos. Ni la iglesia le da permiso en el cementerio, ni el Gobierno lo atiende, ni el juzgado local investigó.

"Él trabajaba para una cantera del ayuntamiento, no pertenecía a ningún partido político, y sin embargo fue un cura el que lo delató. Y ahora es otro cura el que no deja ir a buscarlo", explica Padín, ligando sucesos del pasado y el presente. La abuela de Padín tuvo que convivir con los asesinos de su marido durante años. "Yo tenía un puesto en la plaza del mercado de Salceda. Cuando se acercaba el criminal por allí, no le compraba, el muy sinvergüenza. Yo lo pensaba y decía: Si viene, le doy con una hoja de bacalao", dice Padín.

Según relata, el cura de la parroquia de O Porriño le espetó lo siguiente cuando le pidió permiso para buscar en el cementerio: "Es que los otros también mataron a mucha gente y además no está claro que Garzón pueda hacer esto". La respuesta de Padín fue demoledora: "¿Pero a usted qué le importa Garzón? Está jugando con los sentimientos de las personas".

El caso de Macario y Ángela: "El matrimonio, fusilado; los hijos, con los curas"

Macario Rodríguez era peluquero y su esposa, Ángela Rodrigo, vendía verdura. Ambos fueron fusilados en agosto de 1936 en Aranda de Duero (Burgos) y sus cuerpos, arrojados a la fosa de La Lobera. Todavía nadie ha dado una explicación a su nieto Teófilo Goldaracena, sindicalista de UGT de 52 años y funcionario de la Administración navarra, que ha dedicado su vida a tratar de encajar el rompecabezas. Hubiera sido más fácil si la Guardia Civil le hubiera entregado el parte de guerra o el registro de detenidos, como ha reclamado insistentemente. Pero siempre ha chocado con la misma respuesta: "No tenemos nada".

Teófilo ni siquiera sabe cuántos tíos tiene. O tuvo: puede ser que cinco, pero no está seguro. A los huérfanos los llevaron a hospicios de curas y monjas. Nunca se pudieron reencontrar.

En Aranda le han contado que la abuela fue fusilada estando embarazada. Lo mismo había oído él en cada paso familiar hacia la reconstrucción de la memoria, antes de pisar Aranda. La coincidencia en las versiones convierte la hipótesis en muy verosímil, pero las posibilidades de resolver la incógnita se evaporaron cuando más cerca estaba de lograrse.

En la exhumación, en 2005, la pala de la excavadora fue a dar con la cadera de su abuela y la destrozó borrando cualquier rastro. A la jueza Sánchez no le ha interesado investigarlo.

Juan Manuel Manjón, humilde peón: "Los que vinieron vestían hábitos"

Juan Manuel Manjón era un humilde peón de Tejares (Segovia) que en agosto de 1936 no sólo estaba preocupado por la guerra: su esposa, María Antonia Vicente, esperaba otro hijo, el sexto, y no había qué echarse a la boca. El nacimiento fue en diciembre. Pero Juan Manuel ya llevaba meses muerto.

La noche del 2 al 3 de agosto lo fueron a buscar a casa. Era un grupo de gente que "vestía hábitos y llevaba grandes cruces", cuenta su hija Pilar, que entonces tenía apenas 16 meses pero que ha escuchado muchas veces la historia en casa. "Cuando mi madre le iba a dar la cédula, dijeron que no hacía falta", cuenta Pilar. Se fueron y nunca más apareció.

La familia logró con los años el acta de defunción y exhumó la fosa hace dos años, pero no ha podido extraer el ADN, con lo que de momento aún no puede enterrarlo con su esposa en Tejares. El pecado de Juan Manuel era letal para el nuevo régimen: iba a la Casa del Pueblo y pedía descansar el domingo. ¡Y también pedía vacaciones! A Pilar no le sorprende nada que ningún juzgado se atreva a investigar. "Hay alguna gente muy poderosa que aún no quiere que se sepa qué pasó y que fue el padre de fulano o de mengano el que ordenó los crímenes", afirma.

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