martes, 8 de xuño de 2010

Los años del titanio



DIANA MANDIÁ - Santiago
EL PAÍS - 06-06-2010

Titanio, azufre y volframio pasaron por la costa de Balarés, en Ponteceso, con distinta fortuna. El primero era el mineral que oficialmente se extraía de la arena de la playa desde la posguerra. Su explotación supuso el primer trabajo remunerado de muchos vecinos que, todavía adolescentes, quisieron apoyar con sus pequeños sueldos la maltrecha economía familiar. Muy distinto fue el paso del azufre por la Costa da Morte: lo traían a Balarés para tratarlo, pero dejaron de hacerlo porque a muchos trabajadores se les caía el pelo y les salían manchas en la piel. Con el volframio se recrudeció el contrabando: llegaba a Balarés a escondidas, por una carretera inusual para un lugar sin núcleos de población, y allí lo mezclaban con el titanio. La de Balarés fue una explotación corta en el tiempo que cayó en el olvido cuando se acabó el filón, más pobre que el de las otras minas de la comarca, como la de caolín en Laxe o las de volframio de Monte Neme. Hace unas semanas, el estreno de un documental promovido por Montebranco, asociación cultural de Ponteceso, rescató Titania S.A, la efímera empresa que encabezó la aventura, para la historia de la minería gallega del siglo XX.

"La mina acabó con el hambre en toda la ría de Corme y Laxe", asegura Luís Giadás, historiador encargado de la documentación de Titania S.A en Balarés. Las fichas de beneficiarios del economato de la empresa y las entrevistas realizadas a 20 vecinos que participaron en la explotación de titanio son prácticamente la única información que queda hoy de la mina, descubierta en 1935 por Isidro Parga Pondal y explotada por los hermanos Fernández López, impulsores también de Pescanova y Zeltia. En una economía herida por la Segunda Guerra Mundial, los usos del titanio despertaban sospechas hasta entre los empleados de la mina, que aún hoy no tienen muy claro a qué intereses servían. Unos creían que el mineral surtía la industria farmacéutica; otros, que se destinaba a un fin tan inocente como la fabricación del raspador de las cajas de cerillas. Alguno estaba convencido de que el titanio reforzaba las balas, igual que el volframio. "La mayor parte del mineral iba para el País Vasco, para Unquinosa, una empresa dirigida por alemanes", puntualiza Giadás, que no se atreve a precisar hasta qué punto Titania S.A satisfacía las necesidades de la guerra en Europa. "En esta mina es más interesante lo que se calla que lo que se dice", asegura.

En Balarés primero fueron los canteros, que construyeron un puerto escondido para el titanio y también para el contrabando. Las mujeres de O Couto, el lugar más cercano a Balarés, aprendieron entonces a amasar cemento para ayudar a los hombres en la construcción. Cuando empezó a explotarse la mina, fueron también ellas las que se encargaron de transportar sobre la cabeza las bacías con el preciado mineral, siempre mezclado con la arena que dejaba la bajamar. Cobraban menos -la media en los años 40 era de 15 pesetas por jornada- pero al igual que los hombres estaban aseguradas desde el primer día y se les reconocían las horas extra. "Titania S.A era una empresa muy moderna para la época. Cuando se acabó el filón en los años 60, el lugar discreto de Balarés fue recuperado para el contrabando de tabaco. "La playa es difícilmente visible desde cualquier punto", explica Giadás.

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