TEREIXA CONSTENLA - Salamanca
La alemana Magdalena Reuter no guarda rencor por los años que pasó en el campo de concentración de Ravensbrück. Salta a la vista en su discurso, optimista y casi naïf. Pero hay un hecho biográfico que apuntala su falta de resentimiento con contundencia: se casó con un antiguo soldado alemán que vigiló el gueto de Varsovia. El encuentro entre ambos fue posible gracias a su activismo religioso como testigos de Jehová. "Nos contábamos experiencias", recordó hoy ella en Salamanca, poco antes de la clausura del II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Histórica.
La religión fue la causa de la caída en desgracia de la familia de Magdalena (los Kusserow tenían 11 hijos) y también fue su tabla de salvación. "De alguna manera mi padre nos preparó para lo que ocurriría, avisando de que venían tiempos difíciles", recordó. Su padre, un antiguo oficial alemán que había combatido en la I Guerra Mundial, fue encarcelado por vez primera en 1936. Los testigos de Jehová no eran del agrado del Führer. En sus revistas habían criticado la deriva totalitaria y lunática del dirigente. Quería ser Dios. Una afrenta para los creyentes. "Heil quiere decir también salvación y eso no puede venir de un hombre, y menos de Hitler", explicó Reuter.
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