luns, 21 de maio de 2012

Chen: “El régimen de China persigue y ataca sin límites a mi familia”


El disidente chino relata a EL PAÍS el acoso que sufre tras haber huido de su arresto
Su caso muestra la fragilidad de los derechos humanos en China
“Los dirigentes locales han lanzado una campaña de persecución y ataques sin límites contra mi familia [para vengarse por mi huida]”, cuenta por teléfono a este periódico desde el hospital de Pekín donde está recluido Chen Guangcheng, el activista ciego cuya huida, el pasado 22 de abril, puso en jaque a China. Chen escapó del arresto domiciliario al que estaba sometido en su pueblo en la provincia de Shandong, donde estaba vigilado por cámaras y un centenar de guardias.
“Estoy en tratamiento. Tengo tres huesos del pie derecho fisurados y me han puesto una escayola. No puedo salir de la cama, ni caminar”, asegura. Cuando se le dice que a veces su voz no se oye bien y hay interferencias, responde: “Quizás alguien no quiere que la señal sea buena”.
La huida de Chen ha vuelto a poner los focos de la comunidad internacional sobre la situación de los disidentes y los derechos humanos en China. Chen se refugió en la Embajada de EE UU en Pekín, lo que desencadenó las protestas del Gobierno chino y un enfrentamiento diplomático entre Washington y Pekín, que finalmente accedió a que el activista vaya con su esposa y sus dos hijos a estudiar a Nueva York.
Chen afirma que no tiene “ninguna información” sobre sus documentos de viaje chinos. Pese a ello, suena seguro de sí mismo lejos de la cárcel en que las bandas de matones desplegadas por las autoridades locales convirtieron su casa, situada en una zona rural de Shandong. “Mi mujer y mis dos hijos están bien. Viven conmigo en el hospital”, explica.
Bajo arresto domiciliario desde que salió de la cárcel en septiembre de 2010 tras cumplir una condena de cuatro años por su activismo social, la sorprendente huida de Chen se produjo en vísperas de la visita de la secretaria de Estado Hillary Clinton a Pekín y la celebración de una cumbre bilateral que se vio eclipsada por el incidente. El acuerdo alcanzado parece haber resuelto un encontronazo diplomático que ninguno de los dos países tenía interés en que se prolongara. Pero 10 días después de salir de la legación de EE UU, Chen Guangcheng, de 40 años, continúa internado en el hospital de Pekín al que fue conducido para tratarse el pie que se dañó durante su fuga. Tiene las visitas restringidas y sigue a la espera de que las autoridades inicien el proceso para renovar su pasaporte y poder salir de China.
Chen, que se quedó ciego en la niñez, se hizo popular por ofrecer asesoramiento legal gratis y ayudar a la gente a demandar a los funcionarios locales por sus injusticias. En 2005, provocó la ira de los dirigentes provinciales cuando denunció que habían llevado a cabo un programa de esterilizaciones y abortos forzosos, que afectó al menos a 7.000 mujeres, para cumplir con la política de hijo único, a pesar de ser medidas ilegales. En 2006, fue encarcelado por “bloquear el tráfico”. Cuando salió de la prisión en 2010, fue puesto bajo arresto domiciliario sin orden legal. Durante el tiempo que estuvo preso en su propia casa, él y su familia fueron objeto de continuos abusos y palizas brutales, y quienes intentaban visitarle eran expulsados y golpeados por los guardias. Según Chen, Pekín ha prometido investigar los abusos.
La activista He Peirong, de 40 años y profesora que vive en Nanjing (capital de la provincia de Jiangsu), recogió a Chen Guangcheng después de que este escalara el muro que rodea su casa y huyera por el campo. Le condujo en coche hasta Pekín con al menos otro voluntario. Una vez en la capital, otras personas hicieron llegar al activista ciego a la Embajada de EE UU. “La fuga de Chen no fue planeada, fue accidental. Siempre quiso escapar y empleó mucha energía prestando atención a la actividad de los guardias cada día hasta que se le presentó la oportunidad. Varios amigos recibimos su petición de ayuda, y decidimos apoyarle”, explica. He fue contactada mediante un correo electrónico que decía: “El pájaro ha escapado de la jaula”.
He dice que llevaba más de un año preocupada por Chen. “Organicé muchas actividades, pidiendo a la gente que le prestara atención con una campaña (en Twitter) bajo el nombre #freechenguangcheng. Muchos extraños le han ayudado, al menos seis personas. Yo soy una de esas seis. Según lo acordado, perdí contacto con él cuando llegó a un lugar seguro en Pekín”, cuenta por correo electrónico.
Tras conocerse la fuga, He fue detenida durante una semana para “cooperar en la investigación”. “Controlaron mi libertad, pero no fue una detención oficial. Viví en la habitación de un hotel. Algunos policías venían y me hacían preguntas”.
He dice que en ningún momento fue acusada de “violar la ley”. “Tan solo ayudé a mi amigo a ir de Shandong a Pekín, él es un hombre libre. Ahora está a salvo”, afirma. Cuando se le pregunta si “un disidente en el extranjero no es un problema menos para Pekín”, responde, “sí, pero la cuestión es cuándo y cómo se va al extranjero; de lo contrario, se convertirá en otro problema”. Y cuando se le dice que algunos en el Gobierno aseguran que los activistas chinos son una herramienta de EE UU u Occidente para crear inestabilidad en China, responde: “Este es el cliché que utilizan cuando tienen que hacer frente a una situación crítica. Me gustaría que pudieran ofrecer una forma más convincente y atractiva de hablar. Sus escritores se han quedado anticuados”.
Chen alberga un sentimiento agridulce. A pesar de sentirse aliviado por su situación personal, está preocupado por sus familiares en el pueblo. Su sobrino, Chen Kegui, que hirió a varias personas con un cuchillo para defenderse de los desconocidos que irrumpieron en su casa en busca de Chen Guangcheng “ha sido acusado de asesinato intencionado [a pesar de que no mató a nadie]”. “Mi hermano mayor tiene prohibido salir del pueblo y los abogados que se han presentado voluntarios para defender a mi sobrino han sido amenazados para que no cojan el caso”, concluye.

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