domingo, 27 de maio de 2012

El zarpazo fauvista fue el preámbulo de la muerte


Llega a la Fundación Mapfre el atormentado Kirchner, grande del expresionismo alemán
Bañistas na praia
La fidelidad eterna a las artes primitivas y el zarpazo fauvista quedaron incrustadas para siempre en el imaginario salvaje de Ernst Ludwig Kirchner (Aschaffenburg, Alemania, 1880-Frauenkirch, Suiza, 1938). El artista pintó su obra Dos mujeres en aguamanil (Las hermanas)en 1913, en Berlín, en plena efervescencia expresionista: todo un símbolo. Vestidas de rosa y verde furioso, el contorno de sus repintajeados rostros está marcado en negro. El naranja, en cambio, marca los límites de las manos. El cuadro es toda una explosión de color de un prototipo de mujeres de la calle que el pintor integrante del grupo Die Brücke (El puente) retrató profusamente durante los años (desde 1911 hasta 1915) que trabajó en Berlín; un período en el que las entrañas de la ciudad alimentaron su creatividad.
Es el tiempo en el que la mano atormentada de Kirchner pinta paisajes periféricos, artistas de variedades, circos, prostitutas desnudas... La inquietante atmósfera de la Alemania de preguerra sobrevuela acentuando el contraste con el espectacular crecimiento que entonces experimentan la industria y la burguesía.
Pero la obra que Kirchner realizó a lo largo de 35 años de incesante trabajo no se limita a su etapa expresionista[PUENTE]. Y ahora, su auténtica dimensión como artífice de la modernidad del siglo XX se muestra por primera vez en España en la exposición antológica que, hasta el 2 de septiembre, se puede visitar en la Fundación Mapfre. Nada menos que 153 obras, entre óleos, papeles y esculturas prestadas por 26 museos (el Kirchner Museum de Davos es el más generoso en el préstamo) y numerosas colecciones privadas. De manera paralela, una selección de 35 fotografías muestra las escenas reales a partir de las cuales desarrollaba su obra.
Karin Schick, responsable del museo de Davos, es también la comisaria de esta exposición producida por Mapfre y que va a coincidir en el tiempo con Edward Hopper (Fundación Thyssen) y Rafael (Museo del Prado), en lo que supone una triple oferta artística de alto voltaje en Madrid. Repartidas en dos salas y ordenadas cronológicamente, las obras que conforman este conjunto son una exhibición frontal del tormento vital de Kirchner, reflejado fielmente en su obra. El tiempo que sigue a la disolución de Die Brücke es el de unos días en los que la vida desordenada y de entrega al alcohol y las drogas empieza a pasarle factura. La Gran Guerra le sumerge de forma drástica en su primera gran crisis nerviosa. Empieza un largo calvario por sanatorios psiquiátricos en los que Kirchner continúa pintando sin parar.
Itinerario vital
El grupo Die Brücke, del que formó parte Kirchner, es una de las primeras expresiones de vanguardia del siglo XX. Su meta: innovar, experimentar y protestar contra todo academicismo. Die Brücke (El puente), como Der Blaue Reiter (El jinete azul) señala el fin de una época del arte.
Con la I Guerra Mundial, Kirchner fue movilizado. Al volver de la guerra sufrió un accidente. Optó por la tranquilidad de Davos (Suiza), donde siguió pintando. En 1937, en plena ascensión del nazismo, se le llamó “artista degenerado”. Su situación empeoró y se suicidó en 1938.
A Davos (Suiza) llega en 1917 y encuentra lo que sería lo más parecido a un hogar. Sigue con sus escenas clásicas y empieza a adentrarse en las escenas campesinas, un mundo hasta entonces muy ajeno a él. Pero las gargantas de los valles, las montañas, los animales... le hacen retomar el gusto infinito por el color junto a los trazos enmarañados de sus composiciones: un combate sin tregua. Kirchner contornea en negro los desbordantes azules, violetas y verdes de los paisajes alpinos. Sus sombras de aire presiden cada composición.
En 1938, con 58 años cumplidos, contempla con angustia el avance del nazismo. La anexión de Austria por parte de Alemania le hace temer que ocurra lo mismo con Suiza. Para entonces, Hitler se ha incautado de 639 obras calificadas de “arte degenerado”. En esos momentos convulsos, el artista destruye una gran parte de su obra. En la mañana del 15 de julio, decide acabar con todo. Coge su pistola y se pega un tiro. Kirchner está enterrado junto a los bosques que inspiraron gran parte de su obra.

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