Se publican las memorias de Ed Kennedy, el corresponsal
de AP que dio la primicia de la rendición alemana y fue despedido por ello
La agencia de noticias ha pedido disculpas 67 años
después
EVA SÁIZ
Washington 8 MAY 2012 - 21:56 CET
“Reims, Francia. 7 de mayo de 1945. Alemania se ha rendido
incondicionalmente al Ejército Aliado y a la Unión Soviética esta madrugada a
las 2.41, hora de Francia. La rendición tuvo lugar en una pequeña escuela que
sirve de cuartel general al general Dwight D. Eisenhower”. Así comenzaba la
crónica en la que Edward Kennedy, el corresponsal de guerra de Associated Press (AP), narraba en primicia el
fin de la II Guerra Mundial. La exclusiva que cualquier medio de comunicación
hubiera soñado publicar le costó a su autor el puesto de trabajo. La agencia de
noticias despidió a Kennedy por haber desvelado una información que el Ejército
había embargado. Sesenta y siete años después, el presidente y consejero
delegado de AP, Tom Curley,
ha perdido perdón por esa decisión.
Las disculpas coinciden con la publicación este miércoles en EE UU del
libro de memorias de Kennedy, Ed Kennedy's
War: V-E Day, Censorship & The Associated Press (La
Guerra de Ed Kennedy: El Día de la Victorya, la censura & Associated Press,
en su traducción al español), en cuyo prólogo ha participado el propio Curley.
“Fue un día terrible para AP. El asunto se gestionó de la peor manera posible”,
dijo en declaraciones a su propia agencia. “Él lo hizo todo bien”.
Lamentablemente, la reivindicación pública de la labor de Kennedy llega muy
tarde. El periodista falleció en 1963 con 58 años en un accidente de tráfico.
Su única hija, Julie Kennedy, sin embargo, acepta el perdón. “En el prólogo
Curley se disculpaba, pero no me esperaba que lo hiciera de manera pública.
Estoy contentísima”, indica en conversación telefónica desde su casa en Bend (Oregón), aunque reconoce que
“hubiera sido maravilloso” de haberse producido en vida de su padre, quien siempre
esperó a que su antigua empresa reconociera que su despido fue un error.
Kennedy fue uno de los 17 reporteros elegidos para asistir a la firma de la
rendición el 7 de mayo en Reims. En su vuelo de vuelta a París el Ejército les
hizo prometer a todos que no revelarían nada hasta que el anuncio se hiciera
oficial por parte de los dirigentes de las potencias implicadas en el
conflicto. Los Aliados habían acordado, a petición de la URSS, hacer una
ceremonia oficial en Berlín el 8 de mayo
Mientras la información permanecía embargada, en Europa muchos seguían
luchando y muriendo ignorando que la guerra, de facto, ya había acabado. En su
habitación del Hotel Scribe de
París, Kennedy sintonizó una emisora alemana donde escuchó cómo se
informaba del armisticio. El periodista de AP, convencido de que el embargo no
se debía a causas militares sino políticas, se dirigió a la Oficina de Censura
para advertirles de que él iba a lanzar la noticia. “Durante cinco años habéis
justificado que la única razón de la censura era salvar vidas. La guerra ha
terminado. Yo mismo he asistido a la rendición ¿Por qué no debe saberse?” les
dijo a los responsables.
Desde su hotel telefoneó a la delegación en Londres. “Soy Ed Kennedy desde
París. La guerra ha terminado. Voy a empezar a dictar”. Solo pudo transmitir
200 palabras, suficientes para que a las 9.36 (hora de Estados Unidos, mediodía
de Francia) se divulgaran alrededor del mundo, provocando la lógica euforia
colectiva ante tal acontecimiento. Sin embargo, en Washington no se compartía
la misma alegría. El Ejército de EE UU acusó a Kennedy de haber violado el
embargo militar y de haber faltado al juramento que hizo en el avión, lo
expulsó de Europa y prohibió a AP la cobertura de cualquier información de
guerra durante 50 días. El reportero siempre defendió que ese embargo no era
militar sino exclusivamente político, una impresión con la que ahora coinciden
los mismos que le despidieron.
“Kennedy se comportó como un héroe,
desafió la censura y las presiones del Gobierno porque su compromiso estaba con
la verdad. Su decisión es la encarnación de las máximas ambiciones a las que
debe aspirar un periodismo de calidad”, explica en conversación telefónica el
profesor John Maxwell Hamilton,
rector de la Universidad Estatal de Luisiana y coautor, con Curley, del prólogo
del libro del reportero.
En 1945, sin embargo, muchos de sus colegas consideraron la acción de
Kennedy una traición antes que una reivindicación del derecho a la información
y la libertad de prensa. The New York
Times publicó un editorial en el que lo acusaba de “haber hecho
un flaco favor a la profesión” y censuraba a AP por haberse vanagloriado, en un
principio, de la exclusiva. “Si fue una primicia fue solo porque el resto de
los 16 colegas del señor Kennedy decidieron mantener sus compromisos”.
Hubo otros compañeros de profesión que defendieron el trabajo de Kennedy y
le ofrecieron trabajo. En 1946, comenzó a trabajar como editor jefe de The Santa Barbara News-Press
y tres años más tarde, fue contratado como editor asociado de The Monterey Peninsula Herald. El
reportero siempre reivindicó su decisión, lo hizo en 1948 en su artículo Lo
volvería a hacer, publicado en The Athlantic
Monthly, y en sus memorias, que nadie quiso publicar mientras
vivió.
Su hija lo ha hecho ahora. “Cuando mi padre falleció yo tenía 16 años y no
tenía ni idea de lo que le había sucedido”, explica Julie. “Él nunca me contó
nada de su vida como reportero, creo que pensaba que no estaba preparada para
entender lo que supuso la II Guerra Mundial”. Hasta que no se ha jubilado, la
única descendiente del reportero no ha encontrado tiempo suficiente para
ordenar los escritos que dejó su padre en los que, advierte Julie, no solo se
relata lo sucedido alrededor de la exclusiva del final de la guerra, sino la
dilatada experiencia de Kennedy como corresponsal.
El veto del Ejército a Kennedy para cubrir
acontecimientos bélicos truncó una carrera como corresponsal de guerra que
comenzó en España en 1935, recién contratado por AP, para informar sobre la
Guerra Civil. “Fue el único reportero de EE UU presente en la toma de Tobruk
[Libia] en junio de 1941, informó de que en las victorias de Rommel en Libia y
Egipto [1942] se emplearon obuses disparados desde cohetes contra la población,
estuvo en los Balcanes, con las tropas estadounidenses en la Batalla de Anzio
[1943], en la retirada de los nazis de Roma [1944]…”, cuenta orgullosa Julie.
Aunque terminó sus días en periódicos pequeños, Kennedy, según su hija, nunca
se sintió frustrado por ello ni se compadeció a sí mismo. “Se hizo cargo de
periódicos mediocres y consiguió que la Asociación de la
Prensa de California premiara sus artículos año tras año”.
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