El activista ugandés denuncia la expropiación de tierras a
campesinos
La historia de Peter Baleke es como la de David y Goliat pero al revés.
Aquí no impera la justicia poética y el fuerte le está ganando al débil. A
David lo encarnan 400 familias campesinas de uno de los países más pobres,
Uganda. Y a Goliat, la suma del Gobierno ugandés y la multinacional alemana Neuman Kaffee Gruppe.
Peter ha viajado a Madrid para contar su caso invitado por Veterinarios Sin Fronteras,
que acaba de lanzar la campaña Paren, aquí vive
gente, que denuncia el expolio de la soberanía alimentaria del
África subsahariana. En menos de un año, señala la ONG, diversos inversionistas
han adquirido 42 millones de hectáreas de tierras fértiles en el mundo, el 75%
en esta parte del continente, arrebatándoles los recursos naturales de los que
obtienen su alimento.
Para ponerle piel, ojos e indignación a esta causa, ahí está Peter Baleke
con su particular traje de chaqueta y sus pins en la corbata: un
crucifijo —es católico— y otro con el lema The right to food (Derecho a
la alimentación)”. Con 50 años y tres hijos, Peter comienza la entrevista como
ausente tras dos días de trote, pero va cargando las pilas conforme entra en
materia y la cafeína va surtiendo efecto. No le gusta repetir las cosas aunque
su inglés resulte por momentos endiablado y despacha su opinión sobre España
con un “hace menos frío que en Alemania”. Y se ríe —qué otra cosa puede hacer—
cuando llega a los puntos más sangrantes de su relato, que dice así:
El 18 de junio de 2001, un representante del Gobierno ugandés reunió a las
400 familias (unas 2.000 personas) que residían en la región de Madudu (en
Mubende, Uganda central) para anunciarles que el Gobierno había cedido sus
tierras, 2.500 hectáreas, a una multinacional alemana. Antes de finales de
agosto debían abandonarlas. Sin compensación económica ni un sitio alternativo
al que ir.
“En mi país si no produces tu propio alimento no tienes qué comer. El 80%
es agricultura de subsistencia. ¿A quién beneficia que vengan las
multinacionales a producir alimentos a precios que no podemos pagar? Desde
luego no a nosotros, nos roban la comida”, se indigna Baleke. “Eligieron
nuestras tierras porque eran las más fértiles”. Él dirigía entonces la escuela
de uno de los poblados afectados, Kitemloa, y organizó una colecta para
contratar a un abogado. “No soy el más ilustrado, pero sí el más audaz y
conozco las leyes”.
Ante la resistencia de los campesinos, el 18 de agosto intervino el
Ejército, quemando casas y golpeando a los vecinos, echándolos por la fuerza.
Las familias huyeron al bosque, donde varios niños y ancianos fallecieron por
las precarias condiciones de vida, denuncia Baleke. El 24 de agosto, la
multinacional se instaló en la zona. Un año más tarde los campesinos
presentaron una denuncia civil.
Han pasado dos lustros y su causa está arrinconada. Hasta
siete jueces se han hecho cargo del caso, que desde el 11 de abril espera que
un octavo juez lo herede. “¿De qué sirven las leyes si luego los jueces no
hacen su trabajo?”, se duele Baleke. Para más inri, la multinacional vende el
café en las redes de comercio justo. “Este tipo de comercio necesita mecanismos
de control porque contradice sus principios”, se queja, y apela al boicoteo por
parte de los consumidores europeos y a la importancia de que las ONG enseñen a
los oprimidos a defender sus derechos. “Las leyes están para cumplirlas”, dice
blandiendo a pesar de todo con orgullo la Constitución de Uganda.
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