xoves, 17 de maio de 2012

Un ensayo exculpa a Azaña de la matanza de Casas Viejas


El periodista Tano Ramos publica una reconstrucción del juicio más famoso de la II República
Fue el proceso más famoso de toda la Segunda República, un juicio en el que se delimitaron las responsabilidades en uno de los mayores ejemplos de represión institucional de todo aquel turbulento periodo. 20 personas murieron en el pueblo gaditano de Casas Viejas durante una insurrección de anarquistas en enero de 1933. Entre las víctimas 14 anarquistas de la localidad, que fueron ajusticiados por unas tropas mandadas por el capitán Manuel Rojas; dos guardias civiles y un guardia de asalto. El caso Casas Viejas provocó ríos de tinta en los periódicos, fue motivo de acalorados debates parlamentarios y se mantuvo en la memoria popular durante décadas como sinónimo de los pretendidos desmanes de la República y del carácter de "monstruo" de su principal dirigente, Manuel Azaña.
Un periodista del Diario de Cádiz, Tano Ramos, ha dedicado cinco años de investigación a despejar las numerosas incógnitas y, sobre todo, a descubrir las grandes mentiras que se escondieron en los dos juicios sobre el caso, celebrados en la audiencia gaditana en 1934 y en 1935. "Existían muchas lagunas historiográficas, a pesar de la trascendencia política y judicial de Casas Viejas", comenta este periodista especializado en tribunales que se reconoce tímido y sorprendido por haber recibido uno de los premios de ensayo más prestigiosos de España, el Comillas de Historia, Biografía y Memorias que organiza la editorial Tusquets. "Entre las lagunas la más fundamental se refería a que el sumario del caso había desaparecido y solo pude conseguir una copia a través de la hija de Andrés López Gálvez, uno de los abogados de la acusación particular".
A lo largo de la elaboración del libro El caso Casas Viejas. Crónica de una insidia Ramos descubrió que "era absolutamente falsa esa leyenda de que Azaña no había comparecido como testigo". "También pude averiguar que algunos de los defensores del capitán Rojas participaron en un complot para asesinar a Azaña, que había sido primer ministro y ministro de la Guerra en el periodo 1931 y 1933 y que en el momento de los juicios militaba en la oposición. Asimismo, he podido desmontar aquella teoría de que Azaña había ordenado que se sofocara la rebelión anarquista de Casas Viejas con tiros en la barriga a los sublevados. Las órdenes las dio el capitán Rojas, que fue finalmente condenado".
Crónica de crónicas
Define el autor su libro como una crónica de crónicas, ya que ha reconstruido los juicios a partir de las informaciones periodísticas sobre el caso que ocuparon a todos los medios de comunicación, tanto locales como nacionales, dentro de un clima de gran expectación. Llegaron afamados reporteros de Madrid e incluso novelistas de éxito como Ramón J. Sender quisieron también aportar sus relatos o, mejor habría que decir, sus interpretaciones, muy alejadas de la realidad, en opinión de Ramos. "El caso Casas Viejas", explica, "es la historia de una inmensa manipulación periodística, de mentiras mil veces repetidas que terminan por convertirse en verdades con el paso del tiempo. En esa operación que pretendía linchar moralmente a Azaña y desprestigiar a la República coincidieron tanto la extrema derecha como los anarquistas en una curiosa pinza".
Cuenta Ramos que "mientras órganos ligados a la CNT, como La Tierra, pecaron de cerrazón ideológica y de confusión de la información con la propaganda, los medios derechistas, con el monárquico Abc a la cabeza, sabían lo que estaba pasando y mintieron de forma descarada por intereses políticos". "En medio, la prensa republicana moderada se vio impotente y desbordada para arrojar luz sobre aquella matanza".
¿Cuál fue el error de Azaña? "El error de Azaña", responde Ramos sin dudar, "fue no acabar de creerse la crueldad de la masacre de Casas Viejas". "Una vez sale de su incredulidad envía a un militar y a un magistrado para que preparan sendos informes y aclaren lo sucedido. Azaña nunca entorpeció, sino todo lo contrario, la investigación".
Es consciente el autor premiado de que su libro representa una obra de historia escrita por un periodista y de que los historiadores profesionales suelen pensar más en sus colegas a la hora de escribir que en los lectores. El esfuerzo ha merecido la pena y Ramos se embarcará en otros proyectos literarios similares. "De todos modos me alegra recibir felicitaciones de gente interesada en el periodo republicano que me confiesa que, por primera vez, se ha investigado a fondo un caso que pervivió incluso durante la dictadura, alentado por el odio de los franquistas y de los anarquistas a Azaña".

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