El periodista Tano Ramos publica una reconstrucción del
juicio más famoso de la II República
Fue el proceso más famoso de toda la Segunda República, un juicio en el que
se delimitaron las responsabilidades en uno de los mayores ejemplos de
represión institucional de todo aquel turbulento periodo. 20 personas murieron
en el pueblo gaditano de Casas Viejas durante una insurrección de anarquistas
en enero de 1933. Entre las víctimas 14 anarquistas de la localidad, que fueron
ajusticiados por unas tropas mandadas por el capitán Manuel Rojas; dos guardias
civiles y un guardia de asalto. El caso Casas Viejas provocó ríos de
tinta en los periódicos, fue motivo de acalorados debates parlamentarios y se
mantuvo en la memoria popular durante décadas como sinónimo de los pretendidos
desmanes de la República y del carácter de "monstruo" de su principal
dirigente, Manuel Azaña.
Un periodista del Diario de Cádiz, Tano Ramos, ha dedicado cinco
años de investigación a despejar las numerosas incógnitas y, sobre todo, a
descubrir las grandes mentiras que se escondieron en los dos juicios sobre el
caso, celebrados en la audiencia gaditana en 1934 y en 1935. "Existían
muchas lagunas historiográficas, a pesar de la trascendencia política y
judicial de Casas Viejas", comenta este periodista especializado en
tribunales que se reconoce tímido y sorprendido por haber recibido uno de los
premios de ensayo más prestigiosos de España, el Comillas de
Historia, Biografía y Memorias que organiza la editorial Tusquets.
"Entre las lagunas la más fundamental se refería a que el sumario del caso
había desaparecido y solo pude conseguir una copia a través de la hija de
Andrés López Gálvez, uno de los abogados de la acusación particular".
A lo largo de la elaboración del libro El caso Casas Viejas. Crónica de
una insidia Ramos descubrió que "era absolutamente falsa esa leyenda
de que Azaña no había comparecido como testigo". "También pude
averiguar que algunos de los defensores del capitán Rojas participaron en un
complot para asesinar a Azaña, que había sido primer ministro y ministro de la
Guerra en el periodo 1931 y 1933 y que en el momento de los juicios militaba en
la oposición. Asimismo, he podido desmontar aquella teoría de que Azaña había
ordenado que se sofocara la rebelión anarquista de Casas Viejas con tiros en la
barriga a los sublevados. Las órdenes las dio el capitán Rojas, que fue
finalmente condenado".
Crónica de crónicas
Define el autor su libro como una crónica de crónicas, ya que ha
reconstruido los juicios a partir de las informaciones periodísticas sobre el
caso que ocuparon a todos los medios de comunicación, tanto locales como
nacionales, dentro de un clima de gran expectación. Llegaron afamados
reporteros de Madrid e incluso novelistas de éxito como Ramón J. Sender
quisieron también aportar sus relatos o, mejor habría que decir, sus
interpretaciones, muy alejadas de la realidad, en opinión de Ramos. "El caso
Casas Viejas", explica, "es la historia de una inmensa manipulación
periodística, de mentiras mil veces repetidas que terminan por convertirse en
verdades con el paso del tiempo. En esa operación que pretendía linchar
moralmente a Azaña y desprestigiar a la República coincidieron tanto la extrema
derecha como los anarquistas en una curiosa pinza".
Cuenta Ramos que "mientras órganos ligados a la CNT, como La
Tierra, pecaron de cerrazón ideológica y de confusión de la información con
la propaganda, los medios derechistas, con el monárquico Abc a la
cabeza, sabían lo que estaba pasando y mintieron de forma descarada por
intereses políticos". "En medio, la prensa republicana moderada se
vio impotente y desbordada para arrojar luz sobre aquella matanza".
¿Cuál fue el error de Azaña? "El error de Azaña", responde Ramos
sin dudar, "fue no acabar de creerse la crueldad de la masacre de Casas
Viejas". "Una vez sale de su incredulidad envía a un militar y a un
magistrado para que preparan sendos informes y aclaren lo sucedido. Azaña nunca
entorpeció, sino todo lo contrario, la investigación".
Es consciente el autor premiado de que su libro
representa una obra de historia escrita por un periodista y de que los
historiadores profesionales suelen pensar más en sus colegas a la hora de
escribir que en los lectores. El esfuerzo ha merecido la pena y Ramos se
embarcará en otros proyectos literarios similares. "De todos modos me
alegra recibir felicitaciones de gente interesada en el periodo republicano que
me confiesa que, por primera vez, se ha investigado a fondo un caso que
pervivió incluso durante la dictadura, alentado por el odio de los franquistas
y de los anarquistas a Azaña".
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