sábado, 19 de maio de 2012

El cómic va la guerra


Por Guillermo Altares
INCLUSO DESPUÉS de haber escrito (o, mejor dicho, dibujado) libros tan importantes co­mo Palestina. En la franja de Gaza, Goradze zona protegida. La guerra en el este de Bos­nia o Notas a pie de Gaza, parece que Joe Sacco sigue teniendo que pedir disculpas por el género que cultiva: el periodismo en forma de tebeo. Su último volumen, Reporta­jes (Reservoir Books), en el que recopila seis historias publicadas en revistas y diarios de todo el mundo, arranca con un prólogo en el que explica algo que cada vez es más obvio para muchos lectores aunque todavía no para todos: el dibujo puede ser un méto­do tan eficaz y bueno como cualquier otro para describir la realidad. "Las obligaciones comunes del periodista —informar con pre­cisión, citar adecuadamente y comprobar afirmaciones— también conciernen al dibu­jante que aspira al periodismo", escribe Sac­co (Malta, 1960). En otras palabras, lo im­portante es la actitud frente al relato, la ho­nestidad profesional, la voluntad de asediar la verdad desde todos los ángulos. Para defi­nir su punto de vista, Sacco recurre a uno de los pilares éticos del periodismo estadouni­dense, Edward R. Murrow, que George Cloo­ney retrató en Buenas noches y buena suerte: "Todos somos prisioneros de nuestras pro­pias experiencias. No podemos eliminar los prejuicios, pero sí reconocerlos".
Con su primer gran libro-reportaje sobre Palestina, publicado en 1993, Sacco ha sido un creador fundamental para la revolución que ha acercado el cómic a la realidad y que ha hecho que, en los últimos años, nadie mire los dibujos de la misma forma. Hasta hace relativamente poco, los tebeos eran re­fugio de niños o de aquellos adultos que se negaban a crecer y que seguían leyendo, ca­si a escondidas, Tintín, Astérix y Obélix, Cor­to Maltés o la Patrulla X. Era un género que apenas tenía espacio en las librerías genera-listas. Sin embargo, hacía mucho tiempo que los cómics adultos ya no querían decir eróticos y que autores como Will Eisner le habían dado profundidad a los tebeos, que cada vez tocaban más géneros. Otro dibujan­te fue muy importante a la hora de darle un nuevo impulso al tebeo y ganar lectores en­tre aquellos que ni siquiera se habrían plan­teado antes abrir un cómic: Art Spiegelman.
Su narración del Holocausto a través de la historia de su padre, Maus, que comenzó a publicar por entregas en 1980, logró el pri­mer Pulitzer para -un tebeo en 1992. "La fantasía ha perdido su batalla contra la reali­dad", señalaba Spiegelman en el documen­tal de Mark Dániels Comic book go to war, que narra esta transformación. El cómic que se adentra en la realidad ha tenido cultivado­res en España tan significativos como Paco Roca o Miguel Ángel Gallardo, del que se acaba de reeditar su gran relato sobre la gue­rra civil española, Un largo silencio (Astibe­rri). Sin embargo, el tebeo periodístico sigue siendo un fenómeno poco habitual. Pero lle­gará porque el periodismo necesita cada vez mayor originalidad, pero también más rigor y el cómic combina perfectamente los dos.
Al igual que un reportero tiene que escri­bir bien y, a la vez, no puede aderezar la realidad para hacerla más interesante ni re­dondear las historias, debe describir hechos que no están cerrados, sobre los que inevita­blemente tiene lagunas incluso cuando estu­vo allí y los contempló, y debe, además, lo­grar que el lector les dé un sentido que va más allá de los mismos hechos (mucho trabajo para un oficio que, según los defen­sores del periodismo ciudadano, puede practicar cualquiera que tenga un móvil so­fisticado a mano), un periodista que dibuja lo tiene un poco más complicado todavía. "Un escritor puede describir alegremente un convoy de vehículos de la ONU como `un convoy de vehículos de la ONU' y conti­nuar su relato. Un periodista de cómics tie­ne que dibujar un convoy de vehículos y esto conlleva muchas cuestiones. ¿Qué as­pecto tienen esos vehículos? ¿Qué aspecto tienen los uniformes de las dotaciones de la ONU? ¿Qué aspecto tiene la carretera? ¿Y las montañas que la rodean?", plantea el autor. El secreto del éxito, y de la calidad, de Sacco radica precisamente ahí: en esa combina­ción de rigor y talento, en su honestidad a la hora de enfrentarse a los temas que trata, pero también en su capacidad para atrapar la realidad en sus dibujos, con un estilo pro­pio, minucioso pero no hiperrealista, línea clara pero no ingenua.
Este volumen está compuesto por histo­rietas dibujadas para periódicos y revistas, la última de ellas para la francesa XXI.  Este magacín trimestral, que solo se vende en librerías y que ha alcanzado un envidiable número de lectores y suscriptores, es uno de los experimentos periodísticos más inte­resantes y esperanzadores del momento, con una apuesta clara desde su primer nú­mero por el reporterismo en forma de có­mic. El propio Sacco reconoce que algunas de las historias son irregulares, incluso frus­trantes para su autor no tanto para el lector), pero tres de ellas alcanzan una calidad extraordinaria. En 'Mujeres chechenas' tra­za un minucioso y espeluznante retrato de las víctimas de un conflicto olvidado en Eu­ropa; en 'Inmigración africana' viaja hasta su Malta natal para relatar los problemas de miles de personas que se juegan la vida cru­zando el Mediterráneo, pero también el pun­to de vista de los habitantes de la pequeña isla que se sienten amenazados en su modo de vida y, por último, en un reportaje sobre los intocables de India desvela el rostro ocul­to del milagro de un sistema económico que sigue dejando fuera del desarrollo a mi­llones de personas que viven atrapadas en el milenario e injusto sistemas de castas. En este volumen, vuelve a demostrar que el te­beo, como la literatura, lo admite todo. La frontera está en la calidad y el talento. Y a Sacco le sobran los dos.

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