Cartas, artículos y dibujos descubren la relación intelectual y
artística entre el pintor y el poeta durante su estancia en la Residencia de
Estudiantes. La exposición los señala como figuras clave en la llegada del arte
moderno de los años veinte
PEIO H. RIAÑO MADRID 23/09/2010
"¿Qué
haces? ¿Trabajas? No dejes de escribirme, tú, el único hombre interesante que
he conocido. [...] Recuerdos a los tuyos y tú un gran abrazo de tu Dalí".
En 1925 Dalí todavía trataba con cuidado sus formas cuando escribía a Lorca. Se
habían conocido a principios de 1923 en la Residencia de Estudiantes y
compartían experiencias artísticas por carta.
"Tu
poesía cae de lleno dentro de la tradicional, en ella advierto la sustancia poética
más gorda que ha existido. Tu poesía está ligada de pies y brazos a la poesía
vieja. Tú quizá creerás atrevidas ciertas imágenes, o encontrarás una dosis
crecida de irracionalidad en tus cosas, pero yo puedo decirte que tu poesía
se mueve dentro de la ilustración de los lugares comunes", escribe cruel
el pintor al poeta en 1928.
Apenas
han pasado cinco años y todo se ha venido abajo. La amistad, la complicidad y
el intercambio de ideas ha tocado fondo. La amistad entre Salvador Dalí y
Federico García Lorca es tan irreconciliable como sus propuestas artísticas. El
pintor ha virado de manera radical al surrealismo, al erotismo bestial, a lo
feo, lo oscuro, los torsos mutilados, las cabezas y manos cortadas, las venas a
flor de piel, los animales podridos un imaginario demasiado agrio para
un Lorca que sigue fiel a la conciencia del orden, la claridad y la
objetividad.
Aquellos
maravillosos cinco años en los que pasaron juntos por el cubismo, el purismo,
el maquinismo, la objetividad, el futurismo o el surrealismo, son documentados
por la exposición Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes, que hasta
el 6 de febrero se podrá visitar en CaixaForum de Madrid, organizada por la
Obra Social "la Caixa" y la SECC, coincidiendo con el centenario de
la Residencia de Estudiantes. El abrumador material que recrea la relación
entre ambos artistas descubre una necesidad de modernidad sin concretar hasta
el momento.
"Es
una exposición en la que los detonantes son la correspondencia, los poemas y
los artículos que se dedican entre ambos. Las abrimos y vemos las imágenes de
las que hablan", cuenta Juan José Lahuerta, comisario de la muestra,
resumiendo el montaje que exhibe, además de las piezas de Dalí y Lorca, las obras
de los grandes nombres de las vanguardias de los años veinte mencionados
entre ambos. Así que la ilustración de estas discusiones ha traído a Picasso,
Derain, Cézanne, Le Corbusier, Giorgio De Chirico, Carlo Carrà, Rodin, Grosz,
Rousseau, Jean Cocteau, Fernand Léger, Miró o Max Ernst, entre tantos.
"La
parte más importante de la exposición son los dibujos de uno junto a los
dibujos del otro, intercalados. En ellos se rebela lo que les une y lo que les
separa. A mí es lo que más me ha impresionado, porque aparentemente es algo
menor, pero no es así", subraya Juan José Lahuerta a este periódico. En
ellos se descubre una personalidad radical y atrevida, la de Dalí; y otra más conservadora
y contenida, la de Lorca. "Sus personalidades son completamente
antagónicas", admite Lahuerta.
La
muestra se ha dividido en tres momentos, los que pasa la relación de ambos
cuerpos iluminados por las vanguardias: Residentes de estudiantes
(expresión de Dalí que muestra hasta qué punto se identificó con la
Residencia), el momento de encuentro; Hay claridad (expresión de Dalí
para expresar una nueva estética), el momento de madurez de su amistad y
afirmación de su propia voluntad de vanguardia; y Estética fisiológica,
expresión con la que Lorca calificó "cariñosamente" la pintura
surrealista de Dalí, que supone la consumación del distanciamiento debido al
convencimiento surrealista de Dalí.
La
tradición viva
La
etapa central de la madurez de su amistad es el acuerdo entre las corrientes a
las que seguir de la mano. Juntos caminan hacia el regreso al orden y la
objetividad del maquinismo. En estos momentos, para Dalí, con 20 años de edad,
el clasicismo es moderno y la modernidad, clásica. Para ellos lo clásico revive
gracias a la naturaleza y no hay mayor modernidad que seguir a la tradición
"viva". Es el momento de los marineros, la mujer y el puerto,
temas en torno a los que suceden los intercambios más intensos y duraderos
entre Lorca y Dalí.
La
muestra incide en que estamos ante la producción de uno de los instantes más
importantes de las vanguardias en España, realizada por "dos mundos hasta
culturalmente antagónicos", como apunta Lahuerta. Lorca soñaba con un
Dalí ordenado y maquinista, Dalí le regala sus primeros soplos surrealistas
y desconcierta al poeta andaluz.
Recordemos
la carta que hace saltar la unión por los aires, en la que Dalí pone de vuelta
y media Romancero gitano: "Federiquito, en el libro tuyo, que me lo
he llevado por esos sitios minerales de por aquí a leer, te he visto a ti, a la
bestiecita que tú eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus pequeños ojos de
tu cuerpo, y tus pelos y tu miedo de la muerte, y tus ganas de que si te
mueres se enteren los señores, tu misterioso espíritu hecho de pequeños enigmas
tontos, de una estrecha correspondencia horóscopa; tu dedo gordo en estrecha
correspondencia con tu polla y con las humedades de los lagos de baba de
ciertas especies de planetas peludos".
Se acabó. Lorca se toma la revancha, habla de "estética
fisiológica" (por no caer en la escatología), la objetividad limpia se ve
desplazada por una subjetividad radical y entonces Dalí marcha a París y Lorca
a Nueva York. Y la distancia pone punto final al experimento.
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