Josefita Trujillo, de 95 años,
siente aún miedo cuando recuerda aquel momento
FRANCISCO ARTACHO Benamejí
(Córdoba) 21/09/2010
En las elecciones de febrero de
1936, Falange obtuvo 3.000 votos en la provincia de Córdoba. Casi la mitad de
las papeletas de los fascistas fueron depositadas en la urna de Benamejí, un
pueblo que por aquellos años tenía poco más de 6.000 habitantes. Quizá pueda
ayudar este dato a responder un interrogante que todavía hoy se hacen muchas
personas mayores del municipio: ¿Por qué hicieron tanto daño aquí, si nadie
puso resistencia al golpe?
Se lo pregunta Josefita Trujillo,
de 95 años. Fue una de las mujeres a las que pelaron en el pueblo y es la única
que queda viva. Le cuesta recordar. Y el miedo, aún reflejado en sus
arrugas, tampoco le ayuda mucho a exteriorizar el sufrimiento de aquellos días.
Cuando se le informa de que la Junta de Andalucía va a indemnizar a mujeres
como ella con 1.800 euros, Josefita pone cara de extrañeza y duda. "No
quiero dinero", responde con desconfianza. Y se adentra poco a poco en
sus recuerdos. "A todas nos pelaron el mismo día, en el
ayuntamiento", cuenta. No sabe la cifra exacta: "Éramos
muchas".
Minimizar la humillación
Luego minimiza la humillación a
la que la sometieron: "Me dieron un pañuelo y me tapé la cabeza con él de
camino a mi casa". Y a continuación, intenta exculparse: "Se
equivocaron de persona". Es el retrato de una víctima que sigue sin
comprender por qué le hicieron daño.
Josefita, una mujer menuda, participó
activamente en el Centro Obrero Socialista, al que todos en el pueblo se
refieren como "el centro". Su vecina Josefa Torres, también de 95
años, la observa mientras cuenta su historia. Cuando cree que nadie la mira, se
lleva el dedo índice a la boca y le susurra: "Josefita, ten cuidado con
lo que dices que te pueden quitar la paga".
Los recuerdos del pueblo
A Josefa Torres no la raparon,
pero con casi un siglo a sus espaldas, tampoco ha olvidado cada una de las
escenas que le tocó vivir en aquella época, "la del movimiento", que
es como llama al golpe de Estado. Ella se casó pocos días después del 18 de
julio del 36. Como cada día, salía a buscar agua al pilar, la única fuente que
existía en el pueblo. Es una mujer fuerte, que hasta hace poco seguía limpiando
el suelo de su casa a mano. Pero en el año 36, en plena juventud, le fallaron
las fuerzas y tuvo que soltar los cántaros de agua. Fue justo cuando se cruzó
con la primera mujer que raparon en el pueblo: "Cuando la vi, no sé lo que
me entró, tan alta que era, tan negra, una mujer pelá... ". Tampoco
olvida la desaparición de una de sus primas, que entró a su casa "como
las locas, lo mismo reía que lo mismo lloraba", al temer que la pelaran
porque "tenía un novio del otro lado". Dice Josefa Torres que salió
corriendo y se tiró por el puente sobre el río Genil. Nunca más supieron de
ella.
"No podíamos ni salir a la calle, porque no
sabías lo que te podían hacer", explica Josefa, que no
comprende muy bien por qué después de tanto tiempo su bisnieto no deja de
pedirle que haga memoria sobre aquellos años. "Pelaron a muchas, a
muchas", continúa. "¿Y qué hicieron, qué hicieron?", se sigue
preguntando.
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