EL PAÍS - Internacional - 26-08-2010
Lo peor del horror es cuando se vuelve impredecible. Cuando, por ejemplo, una narcofosa ya no es una narcofosa. Cuando uno tiene que abrir una nueva categoría ante el hallazgo, en la noche del martes, de 72 cadáveres en Tamaulipas, en el noreste de México. Una nueva categoría porque el hecho no se parece a los siete cuerpos encontrados la semana pasada en una mina en Hidalgo, a una hora de la capital mexicana; o a los 55 encontrados en mayo pasado en la turística Taxco (Guerrero), a menos de 200 kilómetros de la metrópoli. Al fin y al cabo, en México saber que de repente aparecen decenas de muertos ya no es noticia. Pero que sean extranjeros cambia mucho las cosas.
A medianoche del martes (mañana de ayer en España), la Secretaría de Marina dio cuenta de un enfrentamiento ocurrido horas antes con delincuentes en un rancho de San Fernando, en el Estado de Tamaulipas. Después del tiroteo, que se cobró la vida de un marino y tres criminales, los militares hallaron un sembradío de cadáveres: 58 hombres y 14 mujeres, aún sin enterrar. El desencadenante del enfrentamiento había sido, justamente, el testimonio del único sobreviviente de la matanza, que, herido, logró huir y llegar hasta un control militar. Los uniformados se presentaron en el rancho, donde fueron recibidos a balazos por los narcos.
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