venres, 24 de setembro de 2010

El sexo de la crisis

CELIA AMORÓS
BABELIA - 18-09-2010

Se ha afirmado que en esta crisis las mujeres hemos salido mejor paradas que los varones a la hora de conservar nuestros empleos. Pero las cosas parecen más complejas. Tengamos en cuenta, en primer lugar, que esta crisis es ante todo una crisis financiera y que en ese vidrioso territorio las mujeres o bien estamos ausentes o patinamos. Somos unas marcianas en los ámbitos de Wall Street. Y hemos sufrido diferencialmente la "depredación financiera" que se ha llevado a cabo contra los grupos más vulnerables: se nos ha obsequiado de forma preferencial con "hipotecas basura", sobre todo a las mujeres de mayor edad y a las afroamericanas. A las analfabetas en esotéricos lenguajes financieros, pues los funcionarios de la banca se comportan como los escribas del capitalismo. Y, en los extraños casos en que se nos promociona para debatirnos con los galimatías y los riesgos de la situación, parece que se ha podido constatar que se trata de una promoción "perversa", de un regalito envenenado: vamos a parar a los puestos más vulnerables a la crítica. Últimamente se está estudiando este tipo de fenómeno que, por analogía con el "techo de cristal", se ha dado en llamar "acantilado de cristal" (glass cliff).
En países menos desarrollados donde una parte significativa del empleo femenino se concentra en industrias dedicadas a la exportación, como la textil, la de los electrodomésticos, las electrónicas, se han visto especialmente afectadas por la contracción del comercio internacional. Y, en lo que yo llamo "la pinza patriarcal", las mujeres van al mercado de trabajo a la pata coja condicionadas por las necesidades de la familia y, a su vez, su capacidad de negociación en la familia se ve afectada por la precariedad de su trabajo. El incremento del empleo femenino, desde esta óptica, no sería sino el reflejo del hecho de que las mujeres acceden al trabajo remunerado con un carácter subsidiario y "compensatorio" cuando se pierde el de los hombres. Si se rifan trabajos precarios y a tiempo parcial, es sabido que las mujeres tienen todos los boletos.

Richard Gordon se ha referido al trabajo de la era de la globalización como al "trabajo doméstico fuera del hogar": tanto para hombres como para mujeres, pero en especial para éstas, mantiene todas las características del tradicional trabajo doméstico: flexible, sin derechos... El trabajo de los varones se ha feminizado sin que el de las mujeres se haya masculinizado en el sentido de conferir autonomía y todo lo que ella implicaba. Se ha podido señalar de este modo un "doble fenómeno de naturaleza contradictoria": se ha facilitado la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado pero, en el contexto de las políticas neoliberales, Lourdes Benería ha podido señalar que esa feminización "ha ido vinculada al deterioro de las condiciones de trabajo y como parte de una carrera para reducir los costes al mínimo".

Ningún comentario:

Publicar un comentario