J. ERNESTO AYALA-DIP
BABELIA - 04-09-2010
Nunca negó Almudena Grandes que lo sentimental es un concepto angular en su narrativa. No sólo eso, lo defendió siempre que se le presentó la ocasión. ¿Por qué empiezo mi reseña de su nueva novela, Inés y la alegría, poniendo énfasis en una palabra que no pocos colegas miran todavía con prejuicios y desconfianza, como si no existiera la novela del siglo XIX, como si no existieran ni Dickens ni Benito Pérez Galdós, autores a los que todavía hay que leer y releer para entender de qué va este oficio de la ficción, además de ser imprescindibles para entender de paso cómo soñaron, sufrieron y amaron sus gentes? Lo hago porque la novela de la escritora madrileña, con toda su carga histórica, ideológica, política, con su puntillosa información, con sus incisivas conjeturas, es una novela fundamentalmente sentimental. Nunca este adjetivo me pareció más necesario en una novela, más lleno de sentido literario, ético y contemporáneo. Si se conoce bien la obra de Almudena Grandes, se sabrá la función casi compositiva que conlleva el uso de las pasiones. Y se sabrá que detrás de todo ello, no hay la explosión fácil, complaciente sino la directriz sabia y perfectamente cronometrada de los sentimientos para que se entienda con la mayor transparencia novelística y desde el interior de sus propios mecanismos, la contradictoria naturaleza humana enfrentada a sí misma o a los avatares históricos, o a las dos circunstancias juntas.
De Trafalgar a 1964 | ||||
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