EL PAÍS - Internacional - 29-08-2010
A media mañana del 31 de julio de 1972, Kathryn Eakin estaba limpiando los cristales del colmado familiar cuando explosionó la primera bomba en el pueblo de Claudy. Tenía ocho años y se convirtió en la víctima más joven de un atentado en cadena (tres coches bomba) que asesinó a nueve vecinos, cinco católicos y cuatro protestantes, en aquel enclave de Irlanda del Norte de apenas 1.300 habitantes. Ningún grupo paramilitar reivindicó el que fuera uno de los ataques más salvajes en la historia de los Troubles (el conflicto norirlandés), y tampoco nadie fue nunca detenido.
Solo 38 años después, un informe oficial acaba de confirmar que la policía de la época tenía en su mira a un cura católico como principal sospechoso, pero su identidad fue encubierta con la connivencia de los poderes del Estado y la Iglesia. Los supervivientes y los familiares de los fallecidos se preguntan ahora por qué James Chesney se erigió en el sacerdote intocable.
Ningún comentario:
Publicar un comentario