El Grand Palais de París dedica al padre del impresionismo la
retrospectiva más importante de las últimas tres décadas con casi 200 óleos del
pintor.
ANDRÉS PÉRES CORRESPONSAL EN PARÍS 22/09/2010
Con
70 años de edad a Monet le detectaron cataratas en el ojo derecho y otra
afección en el izquierdo. Se negó a operarse casi hasta el final de su vida, y
siguió pintando realidades cada vez más oníricas, con paletas cada vez más
ilusorias. También se aferró a la caprichosa construcción de un estanque con
nenúfares y flores flotantes, que pintó obsesivamente.
El
profesor Poulinguen, del Instituto de Francia, ha analizado recientemente los
numerosos dossieres médicos efectuados en la época sobre tan ilustre paciente.
Las conclusiones del experto hablan de una deformación visual desde el
principio de su carrera: nunca vio las cosas como los demás.
Aquella
visión tan particular del genio impresionista es la que rescata el Grand Palais
de París en la exposición bautizada simplemente Claude Monet. 1840-1926,
hasta el próximo 24 de enero. Es la más completa de las últimas tres décadas,
y en ella hay cuadros de algunos de los museos más prestigiosos del mundo, como
el Metropolitan de Nueva York.
La
trama de la exposición, según subraya en el catálogo Richard Thomson, se
despliega en varios hilos conductores en torno a una fecha clave, el año 1890,
cuando Monet, a los 50 años, compra la casa de Giverny, donde reside desde
1883. Es un momento en el que el artista todavía no ha vendido ninguna obra al
Estado francés, pero es ya ensalzado por la crítica nacional e internacional, y
considerado uno de los principales pintores de paisajes del país.
Sólo
al final de su vida pintó lo que lo había dejado correr toda su vida tras los
paisajes. En octubre de 1890, y en una carta de su amigo Gustave Geoffroy,
Monet dijo: "Me obstino en una serie de efectos diferentes sobre unas
hacinas de paja. Cuanto más me aferro al trabajo, más veo que me va a
hacer falta trabajar muchísimo más para lograr plasmar lo que estoy buscando:
la instantaneidad. He hecho decenas de cuadros. Debería de haber hecho
miles".
La
enorme antológica montada por los cinco principales especialistas del mundo en
ese autor tiene esa misión precisa, mostrar su obsesión. "Monet fue un
trabajador obsesivo, que pasó su vida pintando sombras coloreadas que sólo él
podía detectar. De forma testaruda quiso pintar el instante", explica una
de las comisarias de la muestra, Anne Roquebert, a Público.
Se
conocía al apasionado Monet por los colores y la luz. Mucho menos al loco de
los efectos de serie, capaz de pintar varias veces el mismo puente ferroviario
el de Argenteuil, en la gran periferia de París sólo para intentar detectar
las vibraciones y cambios de luz. Y menos aún al hombre que estuvo buscando
instantes abstractos (que ya fue examinado en Monet y la abstracción el
pasado febrero por el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid,
comisariado por Paloma Alarcó).
Monet
y sus lugares
"La
exposición empieza por el principio de su carrera, y termina con sus últimos
cuadros. Pero todo el resto, el corazón, está organizado de manera muy
diferente. Tenemos una estrategia, la de seguir los lugares donde Monet pintó
estructurándolos por temas", explica el comisario Richard Thompson,
procedente de la Universidad de Edimburgo.
Escapando
a la restrospectiva cronológica, las salas llevan al espectador de la Normandía
bucólica e inocente donde el pintor parisino inició su carrera adolescente, y
empezó a ganar sus primeros francos a la Normandía delirante, a la que el
pintor, ya viejo y célebre, regresa en los años 1890 para desinteresarse por
completo de las formas del paisaje y retratar sólo espejismos provocados por la
luz y las transparencias del agua.
También
baila de París a París. "Se dice que Monet es el pintor de la naturaleza,
pero en realidad eso lo es porque los elementos están constantemente presentes,
incluso en las estaciones ferroviarias", explica la comisaria Roquebert.
Fue la serie que, consagrada a la parisiense estación de Saint Lazare, jugó con
las enormes perspectivas que ofrece para abrir vistas al cielo o
cerrarlas con tinieblas y espejismos. "Ahí está la pintura hoy. Debe
encontrar la poesía de las estaciones de trenes, de la misma forma que sus
abuelos encontraron la poesía de los bosques", escribió Emile Zola sobre
el trabajo de Monet.
Lejos
de las apariencias
Dos
momentos son clave en ese intento en el recorrido de la exposición. Primero:
los comisarios han rescatado toda una serie de obras del periodo más
desconocido de Monet, un invierno que pasó en la salvaje región de La Creuse
(centro) a finales de 1880. En pocas semanas, pintó diez cuadros con la misma
montaña, el mismo meandro de río y el mismo bosque de invierno ceniciento, a
horas de locos, como el alba o la noche con luna llena, retratando instantes
que, efectivamente se ven en un bosque europeo, pero que uno no sabe guardar en
su retina.
"Fue
un momento capital. Empezaba a ser cincuentón, la prensa parisina ya lo
respetaba, y ganaba dinero. Ahí terminó por completo su interés por aparentar
pintar paisajes convencionales", explica Richard Thompson.
El
segundo gran acierto de la muestra es la colocación de una serie de cuadros que
no son de Monet. Es la única obra ajena invitada a la retrospectiva.
Exactamente en la sala sobre las reiteradas pinturas de la catedral de Rouen
que Monet hizo, empezando a suavizar sus colores, y más loco que nunca por la
búsqueda de efectos de serie.
Los
cuadros invitados son un tríptico de 1969 de Roy Liechtenstein, uno de
los principales maestros del Pop Art. Multiplicó el efecto estroboscópico de la
catedral, y entroncó así con Monet, en un reconocimiento que no había sido
posible antes por otro movimiento de vanguardia. Y ello pese a que un hombre
como Pablo Picasso mucho debía a Claude Monet en materia de rostros cubistas,
algo también presente en la muestra parisina.
Impresionismo,
el camino del récord
Expectativas
Para
los directivos de la Réunion des Musées Nationaux (RMN) y el Grand Palais esta
exposición de Monet recibirá más de 500.000 visitantes en apenas tres meses. De
esta manera, se confirma que Monet, fundador del impresionismo, es también uno
de los pintores con más tirón del arte del siglo XX.
Fervor
Ya
se han reservado cerca de 90.000 entradas a través de internet. Thomas Grenon,
director general de la RMN, reconocía que espera más visitantes en esta muestra
que el último gran éxito de la institución, la dedicada a Picasso y los grandes
maestros de todos los tiempos.
el secreto
¿Qué
tiene este pintor que no tienen otros?
Los
expertos hablan de su calado popular: es el preferido por la familia porque
todos lo comprenden. Sin embargo, tal y como aseguró el comisario Guy Cogeval,
los franceses suelen restarle valor al impresionismo por considerarlo
"algo para los turistas". Esta apatía francesa "ha tenido
consecuencias desastrosas", en la apreciación pública de Monet.
Lo
que viene
En
los próximos meses veremos la inauguración de varias exposiciones más, como la
dedicada a los jardines impresionistas en el Museo Thyssen-Bornemisza, el 16 de
noviembre.
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