Agustí Villaronga ofrece un relato audaz sobre la posguerra
española
SARA BRITO SAN SEBASTIÁN 23/09/2010
Otra
película de la Guerra Civil desde la mirada de un niño? Eso mismo pensó Agustí
Villaronga antes de decir sí a la adaptación cinematográfica de la novela Pa
negre, de Emili Teixidor.
Eso
pensamos muchos también al entrar a la sala,
demolidos tras siete días de programación irregular y antes de ser testigos de
un arranque ejemplar, de puro impacto, en el que un carromato acaba despeñado
desde lo alto de un cerro. La secuencia da pie a un melodrama coral, potente y
desolador sobre la posguerra en un pueblo de la Catalunya rural. Un relato,
contado desde los ojos de un niño y desde el lado de los vencidos, que se
propone ir desmontando la dialéctica de buenos y malos tan común en el cine que
aborda este asunto. En Pa negre todos los personajes esconden algo
oscuro, todos traicionan, todos mienten. Y la película sólo peca de algunos
excesos en el tramo final.
Pa
negre es ante todo el relato del
itinerario hacia la madurez de un niño, Andreu (magnífico Francesc Colomer),
que va descubriendo que el mundo de leyendas y fantasmas en que habita es uno
construido por las mentiras de los adultos. La sexualidad, las dobleces de los
seres humanos, la construcción de una moral en medio de un clima pervertido,
pobre y miserable van conformando su viaje, que acaba descubriendo al traidor
dentro de él. "Esta es una película sobre el estado anímico y la
devastación de la población civil después de la guerra", afirmó ayer
Villaronga.
Otra
decisión inteligente del director: no hablar frontalmente de la guerra, no
machacarnos con el contexto histórico que ya conocemos.Villaronga pone por
encima las heridas y las emociones. El pasado y la percepción del otro, del
diferente, así como la ruptura de los ideales y la humillación son algunos de
los temas que planean en el filme.
La
lágrima fácil
Sólo
en el último cuarto de película empieza el director a cometer ciertos excesos
que ensombrecen el filme. Emocionan, pero por la vía rápida, por la búsqueda
frontal del llanto. Y eso sobra. Tampoco había necesidad de explicar el título,
Pa negre, de subrayar, de decirnos a la cara algo que ya sabíamos. Ahora
bien, con el portazo final nos recupera.
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