José Luis Aranguren. El CSIC digitaliza la correspondencia del catedrático
represaliado con intelectuales y exiliados. Las cartas, escritas entre los años
treinta y setenta, muestran su rigurosa batalla intelectual durante los años
oscuros del régimen
PAULA CORROTO MADRID 06/02/2012
Primeira clase de Aranguren ao regresar do exilio |
Mostramos
nuestra repulsa hacia la injusta violencia de la que usted ha sido objeto,
motivada por su actitud profundamente ética". Estas palabras de apoyo
fueron dirigidas al profesor José Luis López Aranguren (1909-1996) en una carta
mecanografiada el 14 de octubre de 1966. Estaba firmada por todos sus alumnos
de la cátedra de Ética y Sociología de la Complutense y con ella pretendían
mostrar su desengaño ante la expulsión a perpetuidad de la universidad sufrida
por el filósofo en 1965. No fue el único: los profesores Agustín García Calvo y
Enrique Tierno Galván también fueron purgados por las autoridades franquistas tras
las protestas estudiantiles iniciadas en Madrid en 1965.
No fue el
único aliento que recibió Aranguren en aquellos meses de zozobra. El 3 de junio
de aquel año, el escritor y editor Carlos Barral le remitió una carta
manuscrita con membrete de la editorial Seix Barral en la que tachaba la
destitución de "repugnante farsa en que te victiman". Y firmaba:
"Cuente incondicionalmente conmigo". Incluso Joaquín Ruiz-Giménez,
que había sido ministro de Educación entre 1951 y 1956, le espetó en otra
misiva un contundente "ofrézcome para recurso contencioso".
Todas estas
muestras de apoyo (más de 400 cartas), que se encuentran en el archivo que
Aranguren donó tras su muerte en 1996 al Instituto de Filosofía del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y que ha sido recientemente
digitalizado, chocan con la documentación oficial que manejó el régimen de
Franco durante aquel tiempo y con la que intentó justificar la expulsión del
profesor.
De puertas
para afuera, a la opinión pública sólo le llegó el repudio del filósofo a
través de la carta que se envió desde Presidencia del Gobierno marcando la
pauta de por qué se destituía al profesor. O los artículos publicados en los
diarios Arriba y Pueblo, que denostaban las clases del profesor.
También la
Iglesia le degradó con textos como el del 12 de mayo de 1965 del Consejo
Diocesano de Hombres de Acción Católica, que a través del cardenal Bueno
Monreal prohíbe la presencia de Aranguren conocido católico, por otra parte en
unos actos que se iban a celebrar en Sevilla: "No admitimos que en el
Salón de Santo Tomás de este palacio intervenga el profesor Aranguren; que
tampoco podrá ser admitido en ningún otro local eclesiástico".
La facilidad
del régimen para justificar esta acción (a Aranguren se le atacó por arengar a
los estudiantes revoltosos de aquellos años), es un síntoma que explica la
enfermedad que vivía entonces España: la aversión total a la intelectualidad,
el estudio académico y la diversidad de ideas.
La
digitalización del archivo de Aranguren, que se compone de más de 20.000
documentos, entre ellos 19.305 cartas, guardados en una cámara de la Biblioteca
Tomás Navarro Tomás, permite a los investigadores conocer de primera mano a sus
protagonistas. La familia de Aranguren donó el archivo al CSIC en 2009 (aunque
se encontraba allí desde 1998). A partir de ahora se podrá consultar
digitalmente.
"Muchas
de las cartas hablan de cuestiones prácticas, pero rezuman todo lo que estaba
ocurriendo en esos momentos. Son muy interesantes para reconstruir la historia
de España", explica a este periódico la investigadora del CSIC Ana Romero
mientras muestra parte de la correspondencia y documentación, como la que
generó el seminario Ciencia y Cultura, montado por Eugenio D'Ors a su
llegada a la universidad en 1955.
"Están
las notas de las conferencias. Eran los sábados por la mañana y por allí
pasaron intelectuales como Michel Foucault, Pierre Bourdieu. Él dijo que no
quería formar una escuela, pero como insiste Javier Muguerza, sí creó una
escuela crítica y activista", añade Romero.
De estos
años universitarios, el archivo documenta las reflexiones de Aranguren sobre la
reforma universitaria. Por ejemplo, sus grupos de trabajo sobre lo que tenía
que ser la universidad y la democracia.
"Ahora
podemos estudiar las preocupaciones que circulaban en la intelectualidad de la
época, los desvelos de los responsables de cómo pensamos ahora. A él le
preocupaba la ética y la religión, pero como pensamiento que articula cómo
llegar a la sociedad. Su trabajo consistió en intentar comprender las cosas de
una forma más holística. Por eso su archivo tiene interés para un filósofo,
pero también para alguien interesado en la literatura o la historia del
arte", abunda la investigadora.
Además de su
época universitaria y la expulsión, que obligó al profesor a exiliarse a
California, los papeles nos descubren al joven Aranguren. Al intelectual que
luchó en la guerra con el bando nacional y a aquel que en los años cuarenta
mantuvo relación con los exiliados.
Como recordó
su hija Isabel López-Aranguren en 2009 con motivo de una exposición dedicada a
su padre, entre la correspondencia de aquellos años destaca la que mantuvo en
1938 con su amigo Julián Barrenechea. En ella se muestra, principalmente, el
misticismo religioso de un Aranguren que acababa de terminar la carrera de
Filosofía y Letras y que volvía enfermo a casa después de batallar en el
frente.
"Él ya
era una persona muy formada desde antes de la guerra. Es mucho más conocida su
etapa de la Transición, pero en aquellos años él se rodea de personas como
Eugenio D'Ors, Pedro Laín Entralgo, Gabriel Ferrater... Gente formada que
después se encargó de abrir espacios interesantes para el mundo de la cultura.
Sin estos años cuarenta no podemos pensar en el Aranguren de los sesenta",
explica Ana Romero.
De hecho,
uno de los caminos más peculiares es el que tomó desde la ortodoxia católica de
sus años juveniles a la heterodoxia cristiana, renegando en sus últimos años de
la jerarquía que tanto le había torpedeado en sus últimos años de la
universidad.
Más
políticas son las conversaciones que José Luis Aranguren mantuvo con exiliados
como Jorge Guillén, Francisco Ayala, Juan Marichal o María Zambrano. "En
sus cartas habla de la censura sin parar. Él insiste en que es necesario que
exista una opinión pública", apunta Romero.
El 20 de
agosto de 1953, Guillén le escribió: "¡Si lo que se necesita es eso,
diálogo, comprensión, tolerancia! Su actitud es tan cristiana como liberal.
(...) ¡Qué triste y cuánto se prolonga esta situación!". Zambrano, por su
parte, le recordaba el 9 de diciembre de 1965 que él "fue el primero en
hablar con nobleza y afán de entender de nosotros, los que andamos fuera, y yo
nunca lo he olvidado".
Otros
exiliados le explican las razones de salir de España. En 1953, desde Berkeley,
José Fernández Montesinos le señalaba que "ningún republicano español,
intelectual o no, ha emigrado por solidaridad con Negrín (...) los más se han
ido porque la atmósfera les resultaba irrespirable". Aranguren se quedaría
hasta 1965 en el que el régimen envenenó su magisterio. Su botella de oxígeno
se acabó y dejó el país. No volvería hasta después de la muerte de Franco en
1976.
"Durante
los diez años que pasó fuera de España tuvo que buscarse la vida como cualquier
profesor. Allí no podía dar clase, así que hizo un lectorado de español. Pero
es muy interesante la correspondencia que también mantiene con los que se han
quedado aquí. En Estados Unidos enseñaba los libros de Carmen Laforet y Rafael
Sánchez Ferlosio. Él muestra esa literatura de esa época, que es una respuesta
a la España franquista desde dentro", sostiene Ana Romero.
Mayo
caliente
De esta
época son interesantes las cartas que mantiene con Jesús Aguirre, entonces
editor de Taurus, y posteriormente duque de Alba al casarse con Cayetana de
Alba. En estas misivas, Aguirre le daba buena cuenta de los acontecimientos que
se sucedían: "Termino esta carta en un mayo que se presenta caliente.
Obreros muertos en Barcelona por la policía (...) El obispo auxiliar insultado
por los guerrilleros", le escribió el 2 de mayo de 1973.
En Estados
Unidos, Aranguren tomó buena cuenta de la vanguardia cultural. En un libro
editado con motivo de la exposición de hace dos años, Soledad Puértolas, que
fue alumna suya en California, le recordaba como una persona que se comportaba
igual en clase que fuera. "El objetivo de Aranguren era hacernos pensar,
que nos hiciéramos preguntas, suscitarnos dudas (...) Nunca tenía prisa. Se
terminaba la clase y seguía sentado, o se levantaba despacio y se quedaba un
rato de pie, hablando con un alumno", recordaba la escritora.
El regreso
del profesor a España es la parte más conocida de Aranguren. Su trabajo en la
Transición, época en la que escribió múltiples artículos para los nuevos medios
de comunicación, forma ya parte de la historia de aquella época, aunque aún
emocionan las fotografías de la agencia Efe en su primer día de vuelta a su
cátedra de la Universidad Complutense el 18 de octubre de 1976 con todos los
alumnos aplaudiendo en pie.
El
archivo, abierto para cualquiera que desee indagar en la vida y obra de José
Luis Aranguren, muestra todas estas caras. "Él era muy despojado. Cuando
murió, sus hijos se repartieron un reloj, unas medallas y poca cosa más. Pero
fue muy prolijo a la hora de conservar su legado intelectual", resume Ana
Romero. Ahora, además, el lago se abre a todo el mundo en formato digital.
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