sábado, 18 de febreiro de 2012

Dinamita filosófica contra el franquismo


José Luis Aranguren. El CSIC digitaliza la correspondencia del catedrático represaliado con intelectuales y exiliados. Las cartas, escritas entre los años treinta y setenta, muestran su rigurosa batalla intelectual durante los años oscuros del régimen
PAULA CORROTO MADRID 06/02/2012
Primeira clase de Aranguren ao regresar do exilio
Mostramos nuestra repulsa hacia la injusta violencia de la que usted ha sido objeto, motivada por su actitud profundamente ética". Estas palabras de apoyo fueron dirigidas al profesor José Luis López Aranguren (1909-1996) en una carta mecanografiada el 14 de octubre de 1966. Estaba firmada por todos sus alumnos de la cátedra de Ética y Sociología de la Complutense y con ella pretendían mostrar su desengaño ante la expulsión a perpetuidad de la universidad sufrida por el filósofo en 1965. No fue el único: los profesores Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván también fueron purgados por las autoridades franquistas tras las protestas estudiantiles iniciadas en Madrid en 1965.
No fue el único aliento que recibió Aranguren en aquellos meses de zozobra. El 3 de junio de aquel año, el escritor y editor Carlos Barral le remitió una carta manuscrita con membrete de la editorial Seix Barral en la que tachaba la destitución de "repugnante farsa en que te victiman". Y firmaba: "Cuente incondicionalmente conmigo". Incluso Joaquín Ruiz-Giménez, que había sido ministro de Educación entre 1951 y 1956, le espetó en otra misiva un contundente "ofrézcome para recurso contencioso".
Todas estas muestras de apoyo (más de 400 cartas), que se encuentran en el archivo que Aranguren donó tras su muerte en 1996 al Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y que ha sido recientemente digitalizado, chocan con la documentación oficial que manejó el régimen de Franco durante aquel tiempo y con la que intentó justificar la expulsión del profesor.
De puertas para afuera, a la opinión pública sólo le llegó el repudio del filósofo a través de la carta que se envió desde Presidencia del Gobierno marcando la pauta de por qué se destituía al profesor. O los artículos publicados en los diarios Arriba y Pueblo, que denostaban las clases del profesor.
También la Iglesia le degradó con textos como el del 12 de mayo de 1965 del Consejo Diocesano de Hombres de Acción Católica, que a través del cardenal Bueno Monreal prohíbe la presencia de Aranguren conocido católico, por otra parte en unos actos que se iban a celebrar en Sevilla: "No admitimos que en el Salón de Santo Tomás de este palacio intervenga el profesor Aranguren; que tampoco podrá ser admitido en ningún otro local eclesiástico".
La facilidad del régimen para justificar esta acción (a Aranguren se le atacó por arengar a los estudiantes revoltosos de aquellos años), es un síntoma que explica la enfermedad que vivía entonces España: la aversión total a la intelectualidad, el estudio académico y la diversidad de ideas.
La digitalización del archivo de Aranguren, que se compone de más de 20.000 documentos, entre ellos 19.305 cartas, guardados en una cámara de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás, permite a los investigadores conocer de primera mano a sus protagonistas. La familia de Aranguren donó el archivo al CSIC en 2009 (aunque se encontraba allí desde 1998). A partir de ahora se podrá consultar digitalmente.
"Muchas de las cartas hablan de cuestiones prácticas, pero rezuman todo lo que estaba ocurriendo en esos momentos. Son muy interesantes para reconstruir la historia de España", explica a este periódico la investigadora del CSIC Ana Romero mientras muestra parte de la correspondencia y documentación, como la que generó el seminario Ciencia y Cultura, montado por Eugenio D'Ors a su llegada a la universidad en 1955.
"Están las notas de las conferencias. Eran los sábados por la mañana y por allí pasaron intelectuales como Michel Foucault, Pierre Bourdieu. Él dijo que no quería formar una escuela, pero como insiste Javier Muguerza, sí creó una escuela crítica y activista", añade Romero.
De estos años universitarios, el archivo documenta las reflexiones de Aranguren sobre la reforma universitaria. Por ejemplo, sus grupos de trabajo sobre lo que tenía que ser la universidad y la democracia.
"Ahora podemos estudiar las preocupaciones que circulaban en la intelectualidad de la época, los desvelos de los responsables de cómo pensamos ahora. A él le preocupaba la ética y la religión, pero como pensamiento que articula cómo llegar a la sociedad. Su trabajo consistió en intentar comprender las cosas de una forma más holística. Por eso su archivo tiene interés para un filósofo, pero también para alguien interesado en la literatura o la historia del arte", abunda la investigadora.
Además de su época universitaria y la expulsión, que obligó al profesor a exiliarse a California, los papeles nos descubren al joven Aranguren. Al intelectual que luchó en la guerra con el bando nacional y a aquel que en los años cuarenta mantuvo relación con los exiliados.
Como recordó su hija Isabel López-Aranguren en 2009 con motivo de una exposición dedicada a su padre, entre la correspondencia de aquellos años destaca la que mantuvo en 1938 con su amigo Julián Barrenechea. En ella se muestra, principalmente, el misticismo religioso de un Aranguren que acababa de terminar la carrera de Filosofía y Letras y que volvía enfermo a casa después de batallar en el frente.
"Él ya era una persona muy formada desde antes de la guerra. Es mucho más conocida su etapa de la Transición, pero en aquellos años él se rodea de personas como Eugenio D'Ors, Pedro Laín Entralgo, Gabriel Ferrater... Gente formada que después se encargó de abrir espacios interesantes para el mundo de la cultura. Sin estos años cuarenta no podemos pensar en el Aranguren de los sesenta", explica Ana Romero.
De hecho, uno de los caminos más peculiares es el que tomó desde la ortodoxia católica de sus años juveniles a la heterodoxia cristiana, renegando en sus últimos años de la jerarquía que tanto le había torpedeado en sus últimos años de la universidad.
Más políticas son las conversaciones que José Luis Aranguren mantuvo con exiliados como Jorge Guillén, Francisco Ayala, Juan Marichal o María Zambrano. "En sus cartas habla de la censura sin parar. Él insiste en que es necesario que exista una opinión pública", apunta Romero.
El 20 de agosto de 1953, Guillén le escribió: "¡Si lo que se necesita es eso, diálogo, comprensión, tolerancia! Su actitud es tan cristiana como liberal. (...) ¡Qué triste y cuánto se prolonga esta situación!". Zambrano, por su parte, le recordaba el 9 de diciembre de 1965 que él "fue el primero en hablar con nobleza y afán de entender de nosotros, los que andamos fuera, y yo nunca lo he olvidado".
Otros exiliados le explican las razones de salir de España. En 1953, desde Berkeley, José Fernández Montesinos le señalaba que "ningún republicano español, intelectual o no, ha emigrado por solidaridad con Negrín (...) los más se han ido porque la atmósfera les resultaba irrespirable". Aranguren se quedaría hasta 1965 en el que el régimen envenenó su magisterio. Su botella de oxígeno se acabó y dejó el país. No volvería hasta después de la muerte de Franco en 1976.
"Durante los diez años que pasó fuera de España tuvo que buscarse la vida como cualquier profesor. Allí no podía dar clase, así que hizo un lectorado de español. Pero es muy interesante la correspondencia que también mantiene con los que se han quedado aquí. En Estados Unidos enseñaba los libros de Carmen Laforet y Rafael Sánchez Ferlosio. Él muestra esa literatura de esa época, que es una respuesta a la España franquista desde dentro", sostiene Ana Romero.
Mayo caliente
De esta época son interesantes las cartas que mantiene con Jesús Aguirre, entonces editor de Taurus, y posteriormente duque de Alba al casarse con Cayetana de Alba. En estas misivas, Aguirre le daba buena cuenta de los acontecimientos que se sucedían: "Termino esta carta en un mayo que se presenta caliente. Obreros muertos en Barcelona por la policía (...) El obispo auxiliar insultado por los guerrilleros", le escribió el 2 de mayo de 1973.
En Estados Unidos, Aranguren tomó buena cuenta de la vanguardia cultural. En un libro editado con motivo de la exposición de hace dos años, Soledad Puértolas, que fue alumna suya en California, le recordaba como una persona que se comportaba igual en clase que fuera. "El objetivo de Aranguren era hacernos pensar, que nos hiciéramos preguntas, suscitarnos dudas (...) Nunca tenía prisa. Se terminaba la clase y seguía sentado, o se levantaba despacio y se quedaba un rato de pie, hablando con un alumno", recordaba la escritora.
El regreso del profesor a España es la parte más conocida de Aranguren. Su trabajo en la Transición, época en la que escribió múltiples artículos para los nuevos medios de comunicación, forma ya parte de la historia de aquella época, aunque aún emocionan las fotografías de la agencia Efe en su primer día de vuelta a su cátedra de la Universidad Complutense el 18 de octubre de 1976 con todos los alumnos aplaudiendo en pie.
El archivo, abierto para cualquiera que desee indagar en la vida y obra de José Luis Aranguren, muestra todas estas caras. "Él era muy despojado. Cuando murió, sus hijos se repartieron un reloj, unas medallas y poca cosa más. Pero fue muy prolijo a la hora de conservar su legado intelectual", resume Ana Romero. Ahora, además, el lago se abre a todo el mundo en formato digital.

Ningún comentario:

Publicar un comentario