El director Manuel H. Martín analiza las claves de su película de animación
sobre Manuel Cortés y los hombres topo de la posguerra española. La cinta de
dibujos '30 años de oscuridad' aspira a ganar mañana el Goya al mejor documental
CARLOS PRIETO MADRID 18/02/2012
Manuel
Cortés, el hombre topo. O las aventuras del hombre que atravesaba paredes.
Dicho así, 30 años de oscuridad suena a película de superhéroes. Y de
hecho, lo es. Manuel Cortés, antiguo alcalde republicano de Mijas, abrió un
agujero en la pared de su casa al acabar la Guerra Civil. Pasó tres décadas
agazapado en el zulo. Treinta años de confinamiento, no fuera a ser que alguien
le pegara un tiro. Su mujer le alimentó y le cuidó. No asomó la cabeza hasta
1969, año de amnistía franquista para los delitos rojos cometidos durante la
guerra. El 28 de marzo de 1969 el entonces alcalde de Mijas, Miguel González
Berral, acompañó a Cortés hasta el cuartelillo de la Guardia Civil. "Es
usted libre", le espetó un teniente coronel de la Benemérita. En dos
palabras: ¡Arriba España!
El director
Manuel H. Martín ha convertido la odisea de Cortés en dibujo animado en 30
años de oscuridad, que aspira a llevarse mañana el Goya al mejor
documental. Sí, animación y documental, han leído bien. En efecto, 30 años
de oscuridad es una película de animación sobre la posguerra. Un documental
de dibujos animados sobre Manuel Cortés y los topos de la posguerra. Un
proyecto singular.
Realismo e
imaginación
"La historia
de Cortés me parecía tan tremenda que decidí rodar un documental en lugar de
una ficción. Porque lo que termina por impactar y emocionar al espectador es
presenciar algo que parece mentira pero es verdad", cuenta a Público
el director Manuel H. Martín, que temía restarle fuerza dramática a las
peripecias de Cortés si recurría a la ficción.
La decisión
de contar la trama con dibujos fue, en parte, una manera original de sortear
una carencia documental histórica: la falta de testimonios gráficos sobre las
tribulaciones de los topos españoles. "Entrevistamos a los familiares de
los topos para documentarnos. Casi nadie tenía fotografías. La nieta de Manuel
Cortes me dijo que su abuelo era como un fantasma para ella. De ahí la estética
fantasmagórica del filme", aclara Martín. En resumen, si no tienes
imágenes de la época, dibújalas.
"El
caso de Cortés me sirvió para hablar de todos los demás topos. Usé el ejemplo
más popular para contar una historia muy poco conocida por el gran público, por
mi generación, por los niños nacidos en los ochenta. La experiencia vital de
Cortés reunía todas las características de los topos: encerrado en su propia
casa a causa de la represión política, ayudado por su mujer, pero con
familiares a los que no podía recurrir en busca de ayuda", enumera el
director.
La vida de
Manuel Cortés está contada en forma de novela gráfica. Con Juan Diego y Ana
Fernández prestando voces y rasgos a la pareja que convirtió su casa en un
zulo. Pero también hay sitio en 30 años de oscuridad para entrevistas a
personas de carne y hueso. El filme recoge el testimonio de los primeros que
contaron la historia de los topos: Jesús Torbado, autor junto a Manuel
Leguineche del libro que les dio nombre, Los topos (1977), y el
hispanista Roland Fraser, que escribió el pionero Escondido (In
Hiding: The Life of Manuel Cortés) en 1972 y falleció el pasado 10 de
febrero. "Está siendo una semana rara. Contento y expectante por los Goya,
pero triste por la muerte de Fraser", confiesa Martín.
Entrevistas
intercaladas con los dibujos para anclarnos a los hechos: "Quería que el
espectador no levantara los pies de la realidad mientras miraba la novela
gráfica", razona el director.
Al margen de
ideologías
Manuel
Martín, consciente de que la memoria histórica sigue siendo un campo de minas
75 años después del inicio de la Guerra Civil, dice querer ir con 30 años de
oscuridad más allá de la retórica de "vencedores y vencidos":
"No se trata de acechar a los verdugos, sino simplemente de recordar la
tragedia. Mi intención no era hacer una película política sino un drama humano que,
eso sí, debe ser contado para que no se olvide".
Por si no
hubiera quedado claro, Martín insiste en susintenciones humanistas. "Lo
que me atrajo del caso de Manuel Cortés es que se trata de una historia de
supervivencia humana. Está por encima de cualquier ideología. Lo que la
película no puede obviar es que hubo muchos años de dictadura. Los topos
sufrieron la oscuridad, la represión y el miedo desde 1939 hasta la amnistía de
1969, aunque alguno no salió del agujero hasta la muerte de Franco por miedo.
Las mujeres también tuvieron mucho peso. Estar ante un drama familiar con gran
carga emotiva fue quizás el motivo principal por el que me impliqué en este
filme, aunque no quería olvidar el contexto histórico".
Un proyecto
tan heterodoxo como 30 años de oscuridad sólo podía partir de referentes
insólitos. En efecto, puede resultar extraño que Manuel H. Martín diga que su
película sobre los topos de la Guerra Civil le debe mucho a Soy leyenda,
extraordinaria novela de ciencia ficción vampírica escrita por el novelista
estadounidense Richard Matheson en 1954. "Es una historia breve que cuenta
de un modo atractivo una historia compleja de violencia. Es uno de mis libros
favoritos", asegura Martín sobre el libro de Matheson, llevado dos veces
al cine: El último hombre vivo (Boris Sagal, 1971) y Soy leyenda (Francis
Lawrence, 2007).
Soy leyenda, editada en España por Minotauro, contaba las tribulaciones de Robert
Neville, el último hombre vivo en un Los Ángeles posapocalíptico. El tipo
sobrevive encerrado en su domicilio después de que una epidemia haya convertido
al resto de humanos en vampiros que vagan, muerden y matan por las calles de la
ciudad, y merodean la casa de Robert Neville a la caza del último pedazo de
carne fresca. Bienvenidos a la Guerra Civil del hombre topo Manuel Cortés.
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