Publica 'Memorias de la Tierra', un giro que busca los elementos para
escapar de la locura capitalista
PEIO H. RIAÑO MADRID 23/01/2012
Tenía que
pasar. La realidad se ha vuelto tan absurda, perversa y exagerada que hasta
los que la parodian desde hace años se ven obligados a cambiar de rumbo.
Miguel Brieva (Sevilla, 1974) se ha dedicado a dibujar la locura capitalista
desde hace diez años hasta hoy. En su nuevo álbum, Memorias de la Tierra
(Reservoir Books), hace balance de estos cinco últimos años a partir de las
ilustraciones que ha ido publicando en distintos medios impresos. Y la
conclusión es un síntoma de que Brieva, látigo de la conciencia, azote del
delirio consumista, ha cambiado apocalipsis por esperanza.
Arranca este
recopilatorio, como no podía ser de otra manera, con una estampa irónica sobre las
locuras de la fe en el progreso con las que se somete al planeta:
explotación desmesurada de los recursos naturales finitos y desviación de las
conductas sociales en enfermedades sociópatas. Vamos, todas las pistas macabras
que facilitan imaginar la destrucciónde la Tierra antes que la desa-parición
del capitalismo.
Hasta aquí
todo normal en él, pero el cierre, en un tono mucho más reconfortante,
consolador y, por qué no decirlo, almibarado. Nada imperdonable, pura
necesidad. Como él mismo titula el capítulo, es "el gran salto
revolutivo", en el que se pasa lista al final del sufrimiento gracias al
"nuevo decrecimiento. Con nueva fórmula mejorada", a las "instrucciones
para cambiar el mundo para mejor" y al 15-M: "¿Es usted un ser
racional? ¿Siente amor hacia el mundo y la vida? Pues prepárese entonces para
dar el gran salto revolutivo. ¡Próximamente en sus calles, en sus plazas y en
su interior".
"Al
final del libro hay un intento de apuntar hacia otro lado. Más constructivo,
menos apocalíptico. El apocalipsis ya es tan real que parece hasta redundante.
Tiene más sentido que enfoquemos nuestras energías a la creación de escenarios
posibles que no sean como el que padecemos. Debemos romper ese cerco que hace
que la gente más lúcida a lo máximo que esté llegando es a visualizar la
tragedia", explica el autor.
Así que se
dijo basta ya y dio el siguiente paso: "Visualizar algo que nos saque de
la tragedia, en lugar de asumir una actitud nihilista con la que hacemos
viñetas para decir: Qué guay soy, que me doy cuenta de que todo es una mierda'.
Eso está bien un ratito, pero hay que empezar a jugársela para imaginar en
provecho. Es lo que están haciendo las comisiones del 15-Men estos momentos:
cómo podemos organizar las cosas de otro modo".
Estudio y
acción
Brieva ha
trazado la memoria de la crisis de una sociedad que tiene en sus manos la única
esperanza, una vez se ha comprobado que "las instituciones son herméticas
e incapaces de cambiar". La sátira se atempera con la inserción de anexos
para cada uno de los nueve capítulos, en los que Brieva cita extractos de las
lecturas que le han ayudado a analizar los mecanismos que dirigen su planeta.
Es una invitación a la actividad crítica mucho más descarada (y desesperada) a
lo que nos tenía acostumbrados. El moribundo debe reanimarse como sea.
"Ahora
quiero redirigir las herramientas de la sátira, más que para confirmar
la evidencia y decir que esta sociedad está loca, para ver cómo salimos de esta
locura. ¿Contra qué debemos enfrentarnos en el exterior y en el interior de
nosotros mismos? ¿Qué cosas concretas se pueden ir haciendo?", cuestiona.
Brieva ya ha movido ficha a favor del cambio, una apuesta arriesgada a la
espera de la compañía de sus lectores.
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