JOSÉ-CARLOS MAINER 04/02/2012
La Constitución de Cádiz (1812)
Antonio Fernández García, editor
Este texto fue -lo dijo el inolvidable Francisco
Tomás y Valiente- "origen, modelo y mito" del constitucionalismo
progresista español. Lo que contiene se decía por vez primera, aunque hoy pueda
parecernos candoroso, que "el objeto del Gobierno es la felicidad de la
Nación" o que los españoles vienen obligados al "amor a la
Patria" y a "ser justos y benéficos". Pero tal era el léxico de
la Ilustración y esto fue tan serio como consagrar la "libertad de
escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas", "prohibir el
tormento" o que "en todos los pueblos de la Monarquía se establecerán
escuelas de primeras letras". En cambio, también leeremos que "la
religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica
y romana, única verdadera".
La Constitución de Cádiz (1812) y Discurso preliminar a la Constitución (1812)
(editor: Antonio Fernández García. Castalia, Madrid, 2003).
Los poetas y la Constitución
Blanco White, Sánchez Barbero
El poema más largo fue La Constitución,
librito publicado en 1820 por el aragonés José Mor de Fuentes, escritor torpón
y afanoso que tradujo a Goethe y Rousseau, y estuvo en el sitio zaragozano de
1809. El clima preconstitucional palpitó en un poema de José María Blanco
White, 'Oda a la instalación de la Junta Central de España' (Sevilla, 1809),
donde leemos que "los vientos entretanto / por la faz de la Europa
conmovida / susurran Libertad". El poema más hermoso fue el de un liberal
salmantino, Francisco Sánchez Barbero, que murió en 1819 en el presidio de
Melilla donde lo recluyó Fernando VII. En 1814 leyó en Madrid 'El patriotismo.
A la nueva Constitución', justo el año en que se derogaba: "Entre el ronco
tronar de los cañones, / su augusta voz imperturbable alzando / hablará así la
majestad hispana: / La española nación es soberana".
Recuerdos de un anciano
Antonio Alcalá Galiano, 1862-1863
No son las Memorias de ultratumba de
Chateaubriand, pero no tenemos mejor autobiografía política de nuestro XIX que
la de este radical gaditano, buen bebedor y bastante chisgarabís, que al final
sentó cabeza, y en tanto intervino en polémicas literarias, contó como nadie el
paso de la estética clasicista al romanticismo e hizo el mejor retrato de unos
gaditanos "finos en sus modales, no al par con la gente cortesana, sino de
una finura cual es la de personas del alto comercio donde el trato con los
extranjeros es frecuente". Los capítulos 'Un tumulto en una ciudad de
provincia en 1809' y 'Cómo se pasaba el tiempo en una sociedad sitiada' han
sido la fuente de todos los cronistas posteriores, Galdós incluido.
Recuerdos de un anciano. Antonio Alcalá Galiano, 1862-1863 (edición moderna: Crítica, Barcelona,
2009).
Cádiz (Episodios Nacionales)
Benito Pérez Galdós, 1874
Su protagonista, Gabriel Araceli, era un muchacho en
el episodio Trafalgar, donde como grumete de la Trinidad,
aprendió su lección de patriotismo popular. En Cádiz lleva los entorchados de
alférez, ganados en el sitio de Zaragoza, y está enamorado de Inés, hija natural
de una noble y un estudiante plebeyo. No hay novela que narre con más gracejo
la vida gaditana de 1810, las conversaciones de salón, los primeros pasos de
las Cortes y el bullir de políticos y escritores conocidos. Que estamos en
vísperas del romanticismo lo certifica la rivalidad-simpatía de Araceli por
lord Gray, un británico amigo de lord Byron (y contrafigura del poeta), con el
que se bate en duelo y a quien quizá mata al final de la novela, antes de salir
de la ciudad rumbo a Castilla.
Cádiz (Episodios
Nacionales, serie I, 8), Benito Pérez Galdós, 1874 (edicción moderna a
cargo de Pilar Esterán. Cátedra. Madrid, 2002).
En las Cortes de Cádiz
Rafael Salillas, 1910
'Revelaciones acerca del estado político-social' fue
el subtítulo de este libro del criminalista y antropólogo Rafael Salillas.
Tales "revelaciones" fueron, en rigor, los comentarios de un
regeneracionista español -esto es, de un pesimista retórico- que creía en la
bondad ingénita del pueblo, la supervivencia nacional de la picaresca y la
maldad de los "Dominadores" (el "teocrático" y el
"político-jurídico"). Al hilo de las actas de las Cortes (y del
divertido Diccionario crítico-burlesco, de Bartolomé Gallardo), Salillas
nos hace un diagnóstico retrospectivo que podía valer también para la España de
su tiempo, entonces recién salida de la férula de Maura y bajo el Gobierno
reformador de Canalejas.
En las Cortes de Cádiz. Rafael Salillas, 1910 (editor: Alberto González Troyano. Ayuntamiento de
Cádiz, 2010).
Cuando las Cortes de Cádiz
José María Pemán, 1934
Estrenado en 1934, el "poema dramático" Cuando
las Cortes de Cádiz ofrece una visión de los hechos de 1810-1812 bajo las
expectativas políticas derechistas del bienio negro republicano. Mientras el
pueblo de Cádiz combate contra el francés (y muere heroicamente como sucederá a
Lola la Piconera), los frívolos diputados masones conspiran para que triunfen
las ideas revolucionarias francesas. Nada menos que el Padre Alvarado, "El
Filósofo Rancio", es quien proclama la moraleja de la obra. Todo esto, sin
embargo, viene dicho en unos versos que tienen brío y gracejo: Lola es la
anti-Mariana Pineda lorquiana, pero la pieza es más soportable que El divino
impaciente, estrenada el año anterior, y es tan reaccionaria como Cisneros,
que lo fue al año siguiente y constituye una apología del dictador Primo de
Rivera.
El Cádiz de las Cortes
Ramón Solís, 1958
A Solís -novelista y gestor cultural oficial en los
años sesenta- se le recuerda, sobre todo, por esta tesis doctoral que le
publicó el Instituto de Estudios Políticos. No tiene mucho que ver con ese
género académico y una versión algo abreviada, en 1969, fue uno de los éxitos
de El Libro de Bolsillo, de Alianza. Se trata del inventario ameno de una
ciudad y de un tiempo (1810-1813) que repasa los lugares de paseo y los
ventorrillos, los comercios y los teatros, la gente del pueblo y los flamantes
diputados, al hilo de la historia y de la anécdota y manufacturado todo en una
prosa jugosa. Gregorio Marañón, que lo prologó con afecto (y dejó allí una
clara apología de los liberales doceañistas), lo consideraba uno de los grandes
libros sobre España.
El Cádiz de las Cortes. Ramón Solís, 1958 (Sílex. Madrid, 2000).
El Rey Felón
José Luis Corral Lafuente, 2009
Las novelas del profesor de historia José Luis
Corral tienen todos los alicientes que buscan los lectores de la nueva
narrativa histórica y la ventaja, sobre la mayoría de las otras, de que no son
patrioteras y se esmeran bastante en la documentación. El Rey Felón
(Fernando VII) cierra una trilogía que comprende también Trafalgar e ¡Independencia!
Sus protagonistas, el coronel Francisco Faria, aristócrata y guardia de Corps,
y el forzudo sargento Isidro Morales, participan en la defensa de Cádiz y
siguen en pos de Napoleón hasta su derrota. A partes casi iguales, viajan,
combaten, se encuentran con personajes conocidos y todos peroran sobre los
acontecimientos -con bastante pesimismo- para la instrucción política del
lector.
El Rey Felón. De las Cortes de
Cádiz a Waterloo. José Luis Corral Lafuente. Edhasa,
2009.
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