xoves, 9 de febreiro de 2012

El rockero que pretendió matar a Mao


Por: Blogs ELPAIS.com | 30 de enero de 2012
A familia de Lin Liguo
Esto es Historia del siglo XX: un rockero intentó asesinar a Mao Zedong. Podemos llamar rockero a Lin Liguo (1945-1971), en el sentido de amante del rock. Hasta se sentía apostólico: “¡habrá un día en que dejaré que los chinos sepan que hay música tan maravillosa en el mundo!” Previsiblemente, aquel complot resultó una chapuza. Lin Liguo, alías Tigre, era hijo de Lin Biao, segundo de a bordo en la China comunista. Eso explica el tono paternalista de su exclamación sobre las bondades del rock: niño mimado de la nomenklatura de Pekín, tenía acceso a publicaciones y discos extranjeros ¡en plena Revolución Cultural! Hasta se libró del incordio de militar en los Guardias Rojos, una pérdida de tiempo habiendo tantas chicas sueltas.
Ninguna simpatía por el diablo
Mamá le buscaba novias a su altura. Papá le colocó en la cúpula de las Fuerzas Aéreas. Dinámico, Tigre formó pandilla y todos juntos lanzaron una mirada crítica a su alrededor. Tras 22 años de maoísmo, éste fue su retrato de China: “Los altos cargos sienten ira pero no se atreven a hablar. Los campesinos carecen de comida y ropa. La juventud educada ha sido enviada al campo, para trabajos forzados. Los Guardias Rojos, engañados, fueron usados como carne de cañón y ahora son cabeza de turco. Los sueldos de los obreros están congelados, en una explotación disimulada".
Y decidieron actuar, escudándose en el prestigio del padre. Pero Lin Biao era una sombra del gran manipulador de otros tiempos. El duro general había desarrollado fobias al agua, a las brisas. Pasó temporadas de adicción al opio y la morfina. Además, estaba lastrado por su esposa, enamoradiza y liante. En una reunión del politburó, en 1966, debió defender su honor, explicitando que ella había sido virgen antes del matrimonio y que él era el progenitor de sus hijos. Como en un programa de la telebasura.
Tigre y sus compañeros estudiaron diversas formas para matar a Mao, “el mayor tirano feudal que ha conocido China”. Resultaba tarea compleja: el Gran Timonel era paranoico, se rodeaba de una aguerrida Guardia Pretoriana y se desplazaba en tren blindado. Aquí el relato se pone novelesco. Dodo, la hermana de Tigre, odiaba a su madre y era leal al sistema.
Bien pudo ser ella quien delató a los conspiradores o simplemente ocurrió que Mao se adelantó. Perseguidos de cerca, Tigre, sus padres y varios cómplices huyeron hacia un aeropuerto militar. Despegaron en el Trident de Lin Biao, que no había terminado de repostar. Pusieron rumbo a la URSS pero, dos horas después, el avión se estrelló en Mongolia y quedaron carbonizados.
Así concluyó el intento de golpe de estado del rockero Tigre, la más peligrosa conjura interna contra Mao Zedong. Al menos, según la versión oficial: hay demasiados misterios en toda la trama. Todavía se dedican a denigrar a los rebeldes: han publicado transcripciones de supuestas conversaciones telefónicas entre la madre de Tigre y su amante. En Hangzhou hay un “museo de la traición” (¡de pago!) en unas antiguas oficinas de Lin Biao.
Centenares de altos oficiales fueron purgados en 1971, aunque sus desdichas parecen una gota de agua en el océano de sufrimiento desatado por Mao: en los escasos cinco años del Gran Salto Adelante, murieron –victimas de hambrunas, epidemias y violencia rutinaria- unos 45 millones de personas. Una catástrofe tan inimaginable que hay exiliados que le discuten al buenazo de Billy Bragg el usarlo como metáfora en Waiting for the Great Leap Forward.
El genocida, como figura pop
Tras su épica conquista de China, el maoísmo tuvo gran gancho en Asia; surgieron discípulos tan aventajados como los jemeres rojos camboyanos, que batieron cualquier récord en eliminación de sus compatriotas. Lo extraordinario es que alcanzó cierto eco en Europa, donde incluso fue “tendencia” en el mundo pop. Se imitaba a los ilustradores chinos o se tomaban imágenes originales. Hasta ese cazador de curiosidades llamado Brian Eno se inspiró en una ópera revolucionaria para bautizar su Taking tiger mountain (by strategy). Todavía era tendencia en 1984, cuando Holger Czukay, antes en Can, grabó una deslumbrante recreación del himno El Este es rojo. Al menos, hubo quién bromeó sobre moda tan discutible: Nino Ferrer lanzó Mao et moi en 1969.

Supongo que el tema estará en esos índices de canciones prohibidas en la República Popular sobre los que tenemos noticias regularmente. Ninguna broma: no es capricho que los repertorios de Bob Dylan o los Rolling Stones pasen censura antes de conseguir permiso para tocar en China. Nos explican que Hu Jintao, actual cabeza máxima del régimen, anda ahora muy preocupado por la invasión musical de Occidente. Llama a una guerra cultural y, de paso, busca evitar que surja un nuevo Tigre con ideas locas.

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