Un historiador recupera la figura del fundador de un pueblo en un lugar
recóndito entre Argentina y Chile
JOSÉ LUIS ESTÉVEZ - Buenos
Aires - 12/01/2011
Beleiro co seu cabalo e o seu can |
El cine tiene la culpa de que asociemos la expresión "conquista del
oeste" a las historias de indios y vaqueros en Norteamérica. Pero en otros
países hubo otras epopeyas similares. La Patagonia argentina es, aún hoy en día,
un terreno inhóspito donde sobrevivir puede convertirse en una odisea por las
duras condiciones climáticas. Los inconvenientes no le importaron al vigués
Rafael Beleiro, quien llegó al país austral a principios del siglo XX y terminó
dando nombre a una población que prácticamente levantó con sus manos. Este mes
se cumplen 101 años desde que Beleiro llegó lo que hoy se denomina con su
apellido.
Ernesto Maggiori, un historiador que ha publicado varios libros sobre las
colectividades de europeos que poblaron la Patagonia, ha dedicado muchas horas
de estudio a la vida de Rafael Beleiro y la historia de Aldea Beleiro, un lugar
ubicado en el extremo oeste de la provincia argentina de Chubut, apenas a cinco
kilómetros de la frontera con Chile, en plena cordillera de los Andes. Fruto de
su estudio es un libro en el que reconstruye la historia del enclave andino y
traza una semblanza de su fundador. "Lo que me llamó la atención de ese
lugar era saber cómo había podido nacer un pueblo en un lugar tan
aislado", explica el historiador.
Rafael Beleiro procedía de la parroquia viguesa de Lavadores y llegó a
Buenos Aires en 1907. Como muchos emigrantes de la época, su única referencia
era una carta de sus padres para unos conocidos suyos que ya estaban
establecidos en la capital argentina. Después de trabajar algún tiempo como
empleado en una farmacia, Beleiro decidió viajar hacia el sur para buscar
nuevas oportunidades en la zona de Comodoro Rivadavia, un lugar donde se
acababa de descubrir la existencia de yacimientos petrolíferos y también había
trabajo para trabajar en el cuidado de los rebaños de ovejas.
Tras esperar infructuosamente algunos meses una oportunidad para trabajar
en las obras de construcción del ferrocarril, Beleiro tomó una de esas
decisiones que le cambian a uno la vida. Se compró un buen caballo y puso rumbo
hacia el interior de la Patagonia con la intención de aprender las tareas del
campo en algún asentamiento de la zona y establecerse por su cuenta. Consiguió
su propósito y fundó un almacén de ramos generales en lo que hoy es Aldea
Beleiro, un lugar muy alejado de la civilización y donde resultaba necesario
este tipo de establecimientos para facilitar provisiones a los colonos
dispersos de la zona.
El almacén se llamaba La Hispana y en poco tiempo logró convertirse en el
punto principal de abastecimiento para un área muy extensa que incluía
territorios de Argentina y Chile. Los productos que se vendían en el almacén
llegaban desde Comodoro Rivadavia, a unos 400 kilómetros de distancia. Beleiro
se asoció con otra familia, los Pérez del Barrio, y poco a poco empezó a
prosperar. Seguramente entonces no sospechaba que en ese lugar viviría el resto
de sus días y nunca volvería a su Galicia natal. El lugar empezó a poblarse y,
según explica Maggiori, Beleiro se convirtió en la principal autoridad.
"Era proveedor, ganadero, fotógrafo e incluso se encargaba de hacer las
autopsias cuando se producía un asesinato", indica el historiador. Beleiro
se casó con una mujer, Matilde Vidal, que también residía en el pueblo y tuvo
nueve hijos, algunos de ellos acabaron desempeñando cargos directivos en el
pueblo.
La vida no era fácil en aquellas primeras décadas del siglo XX en un
lugar apartado del mundo donde llegan a registrarse temperaturas de 20 grados
bajo cero. Como en las mejores películas del oeste, Beleiro tenía varias armas
de fuego debajo del mostrador de su almacén. Maggiori señala que los grandes
terratenientes que se habían instalado en la Patagonia no sentían simpatía por
este tipo de establecimientos que podían llegar a poner en peligro su dominio,
por lo que enviaban a pistoleros a sueldo para amenazar a los colonos.
Aunque no hay constancia documental sobre los incidentes, al parecer
Beleiro se vio implicado en diversos tiroteos. Incluso Eladio, uno de los hijos
de Beleiro, explicó a Maggiori que su padre había conocido al famoso forajido
Butch Cassidy, quien escapó desde Estados Unidos a Patagonia a principios de
siglo.
Beleiro falleció en 1986 y está sepultado
en el cementerio local, pero su impronta permanecerá para siempre en un lugar
donde todavía viven varios de sus descendientes.
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