El director
de 'Shoah' descartó el material que ahora forma 'Le rapport Karski'
BRAULIO GARCÍA
JAÉN Madrid 15/01/2011 08:00
Xudíos no guetto de Varsovia |
Jan Karski tenía 19 años
cuando el gobierno polaco en el exilio le pidió que antes de volver a la
Polonia ocupada por los nazis fuera a ver al presidente de Estados Unidos, Franklin
Delano Roosvelt. Era el verano de 1943 y Karski, estudiante de derecho y correo
de la resistencia polaca, llevaba un año explicando a las principales
autoridades aliadas reunidas en Londres, plana mayor del gobierno británico
incluida, lo que nadie quería oír: que los nazis estaban exterminando a los judíos
de Europa. "Yo informé de lo que yo ví", dice al final de su
intervención en Shoah, la película de Claude Lanzaman sobre el
exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Nadie, tampoco del otro
lado del Atlántico, pareció asumir lo que Karski contaba. Lo que había visto en
las calles del gueto de Varsovia en 1942: cadáveres desnudos amontonados,
mujeres famélicas y sin pecho amamantando a bebés de ojos desorbitados, niños
jugando con harapos. "Yo informé de o que yo viví", repetía el
jueves Lanzman en Madrid, durante la presentación de su nuevo documental sobre
el hombre que primero informó a los aliados de los campos de exterminio:
Treblinka había empezado a funcionar en el mes de julio de ese mismo año. A
petición del presidente norteamericano, Karski habló con una larga lista de
personalidades estadounidenses, entre ellas un juez del Tribunal Supremo
americano, Felix Frankfurter.
"¿Sabe usted que yo
soy judío?", le preguntó Frankfurter, después de que Karski, que había
visitado también, disfrazado de guardián ucraniano, el campo de Belzec, le
relatara lo que había visto. El juez añadió: "¡Y no le creo!".
Tras la publicación de A secret state en 1944, unas memorias de las que
se vendieron más de 400.000 ejemplares, Karski empezó a dar charlas por tierras
americanos para explicar, de nuevo, lo que había visto, pero se convirtió en un
personaje incómodo, por lo que acabó guardando silencio. La editorial
Acantilado publicará en febrero esas memorias traducidas al castellano como Historia
de un estado secreto.
El Jan Karski que encontró
Claude Lanzmann en Estados Unidos 30 años después era profesor de Ciencias Políticas
en Georgetown, y nunca había hablado a sus estudiantes del "problema judío".
Aceptó hablar a la cámara de Lanzamann porque, según él mismo explica en la
segunda parte de Shoah, era consciente de que se trataba de
"registrar la historia". Lanzmann, sin embargo, recogió sólo lo
referido a sus visiones del exterminio. La parte sobre sus conversaciones con
Roosvelt y las élites norteamericanas siempre le había parecido "anecdótica",
según el mismo Lanzmann, que acaba de publicar La liebre de la Patagonia
(Seix Barral), explicó el jueves en el Círculo de Bellas Artes.
Creer y saber
La anécdota se eleva ahora
a categoría en Le Rapport Karsk, una cinta de 48 minutos en la que la
figura elegante, la voz grave, los gestos precisos y la memoria descomunal de
Karski jamás tomó ninguna nota para sus informes, evitando así que sus
informaciones pudieran ser interceptadas por los nazis reviven de forma
conmovedora aquella comprensible incomprensión. Porque una cosa es que oyeran
los relatos de Karski y otra, bien distinta, que pudieran saber lo que
los relatos decían.
La frase de Raymond Aron
con la que la voz en off de Lanzmann acaba su introducción al
documental, resume también la impotencia del oyente: "Yo lo supe, pero
no lo creí, así que no lo supe", contestó Aron cuando le preguntaron
en los años sesenta si supo del exterminio de los judíos cuando se estaba
cometiendo. Ésa es también la impresión que le quedó a Karski: que no le creían
porque nadie podía imaginar lo que él había visto. Jamás en la historia había
ocurrido algo así, ¿cómo iban a creerle?
Lanzmann decidió montar
este documental para desmentir un "libro malísimo" que se
publicó en Francia en 2009, y que se inventaba la vida de Karski. Nunca fue
"un mártir" de la causa judía, como sostiene el novelista, precisó el
director. "El problema judío no era el único problema", explica el
propio Karski, católico polaco nacionalizado estadounidense. Era sólo una más
de las tragedias de las que entonces daba cuenta "como una máquina",
"sin venirme emocionalmente abajo, como ahora", admite en su
entrevista con Lanzmann. Jan Karski murió el 13 de julio de 2000.
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