La fotografía cambia de manos y
pasa a ser de niños desfavorecidos que retratan la cruda intimidad de Latinoamérica.
PEIO H. RIAÑO Madrid 13/01/2011
Paula Danese hizo esta foto a su sobrina con 17 años,antes de dar a luz a su primer hijo. |
Alos 23 años Eugenio Alfonso cogió los huesos
de su madre muerta y los limpió. No tenía dinero para seguir pagando la tierra
santa en la que descansaba y le llamaron los operarios del cementerio para
avisarle de que tenían una caja con los restos de su madre que llevarían al
osario. Eugenio se acercó, los pulió y fotografió. Él tenía una relación muy
especial con su madre, explica Moira Rubio, su profesora, su maestra, la
primera persona que le puso una cámara entre las manos y le dio la
oportunidad de enseñar sus entrañas al resto del mundo.
La situación de Eugenio es como la de los
cerca de 2.000 alumnos, de entre 10 y 20 años, que pasan por los
talleres del grupo PH15, que trabaja desde hace diez años con los chavales de
Ciudad Oculta de Buenos aires, "un barrio de bajos recursos, con vecinos
con problemas nutricionales, sin gas, sin agua potable, sin recogida de
basuras". Olvidados. Pero las cámaras que les prestan sus profesores
para retratar la intimidad de una vida cruel en los márgenes les han dado
valor. "La fotografía les ayuda a pensar en un mundo mejor, en la
posibilidad de escapar de la situación deprimente en la que han nacido y en la
que se sienten atrapados. Encaran sus problemas de otra manera", cuenta
Moira.
Habla de autoestima, pero también de toma de
conciencia de la denuncia. Reconoce que los chicos cambian, que no son los
mismos después de entregar su primer rollo de película. Sí, todavía trabajan
con material analógico porque es el menos peligroso: "Nadie quiere
robar una cámara compacta básica. Si trabajáramos con digitales sería
realmente peligroso para los chavales que se mueven por el barrio fotografiándolo",
asegura. Es una cuestión de prevención, no de estética.
Los alumnos reconocen en la cámara de fotos
una herramienta de denuncia, pero también un objeto sin reglas, sin prejuicios
ni pretensiones artísticas. Hacen encuadres increíbles, giran la cámara, no se
limitan ni les limitan para que "vuelen lo más posible". "El
primer rollo es el mejor de todos", recuerda Moira, porque después de la
primera clase se llenan de prejuicios y todo cambia. "La única norma
que les imponemos es que está prohibido cortar las cabezas", añade la
fotógrafa norteamericana Nancy McGirr, la pionera en Latinoamérica en trabajar con
los niños de los barrios pobres.
Nuevos artistas
Lleva 20 años entregando cámaras en Guatemala
con la intención de que la conviertan en una herramienta para ser ellos mismos.
Fotokids es una fundación apoyada por el dinero que recibe de Holanda, EEUU y
Reino Unido, sobre todo, porque no quiere tener nada que ver con el dinero político
del país. Llegó a Guatemala hace dos décadas para cubrir la guerra para Reuters
y pasó de observar a actuar con la población. Ella, junto a Moira y la Agencia
do Morro de Brasil, han pasado por el CaixaForum de Madrid, en el marco de
Trasatlántica de PHotoEspaña, para hablar del ejercicio de una nueva fotografía:
la que está en manos de la población, no en las de los fotógrafos.
Nancy también habla de orgullo y
autoconfianza, pero también de extorsiones. Quiere adelantarse al reclutamiento
de las maras, por eso empieza a hacer fotos con niños de 5 años. A los 8 ya
eres de un grupo. Su fundación es una pequeña isla en medio del infierno. Hace
poco ha tenido que ir al entierro de uno de sus alumnos de 14 años, porque su
primo había cruzado los límites del territorio de su mara y eso se paga con
sacrificio. Señaló a su pariente y le acribillaron con cinco tiros en la
cara.
Con sus alumnos ya han expuesto fotografías
en 14 países, pero no les deja salir a la calle con cámaras digitales. Como
Moira en Buenos Aires. "En Guatemala te matan por un móvil. No voy
a hacer de los chicos un blanco", asegura, mientras explica que la cámara
compacta que utilizan la llevan escondida y siempre trabajan en grupo por las
calles, para evitar situaciones difíciles como la de un asesinato delante de
sus ojos.
Ellos son el testimonio directo del país, sin
filtros, con la complicidad de los sujetos sin recursos, porque son ellos
mismos. Les interesa la intimidad de la pobreza, empiezan retratando a sus
familias, luego a sus vecinos hasta que cambian y "empiezan a pensar en el
arte de la fotografía buscando su estilo". Recuerda cómo Linda Morales
acabó marchándose a Uganda con 18 años para documentar la guerra y a sus
desplazados. "Hay niños que tienen el fuego dentro y no sueltan la cámara".
Sigo o teu blog con interese. Un consello: non publiques tantas entradas nun mesmo día, pois corres o risco de que ninguén as lea, salvo a última!
ResponderEliminarUn saúdo!
Tes razón, pero non sempre atopo tempo diario para actualizalo. Grazas polo teu interese
ResponderEliminarO que tes que facer é programar o blog. Podes decidir publicar algo, por exenplo, o día 3 de xuño de 2011 ás 5 da tarde. É que se non non hai xeito de seguilo
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