Feminista argelina, ex
responsable de Igualdad en la Unesco. Acaba de publicar ‘El burka como
excusa’
A. FLOTATS MADRID
17/01/2011 08:00
Desde que el Ayuntamiento
de Lleida prohibió el año pasado el uso del velo integral (burka o niqab) en
espacios públicos, en España se han celebrado 30 plenos para debatir sobre esta
prenda, que también está vetada en otros países europeos, como Francia, Bélgica
y Holanda. Wassyla Tamzanli (Argel, 1941) denuncia en su último libro, El
Burka como excusa (Saga Editorial), "el terrorismo intelectual, religioso
y moral contra la igualdad" que a su juicio supone todo tipo de velo
femenino y critica cómo los políticos han abordado este debate.
¿Está de acuerdo con la
prohibición del velo integral en los espacios públicos?
Completamente. Y sobre
todo en las escuelas. Si una niña que lleva burka no puede ponérselo en los
espacios públicos, reflexionará. No se puede construir una sociedad sin
prohibiciones. De hecho, una sociedad sin prohibiciones mata la libertad.
¿Qué significa llevar
burka?
El burka es una cárcel de
tela, una práctica arcaica y bárbara sobre la que la religión musulmana no ha
sabido imponerse. El problema es que ahora la religión está en manos de hombres
que no miran por la religión, sino que solo pretenden el dominio de las
mujeres.
¿El debate sobre el burka
es social o político?
Totalmente político. No es
una cuestión religiosa ni cultural. Hoy en día, llevar burka en un espacio público
es un acto político. Detrás del velo integral hay un orden ideológico
estructurado.
Algunas mujeres musulmanas
sostienen que prohibir el burka es coartar su libertad.
Llevar burka no es una práctica
de libertad, es una opción política. La pregunta es: ¿la libertad de esa mujer
que se pone el burka es compatible con la mía? Yo creo que no. Este punto de
vista liberador del burka es perverso porque me impide oponerme a esta práctica.
Evidentemente, no puedo estar en contra de la liberación de nadie, por lo que
no me queda más remedio que apoyar la decisión de esta mujer.
¿Alguna vez ha llevado
velo integral?
Jamás. Y mi familia nunca
me lo pidió. Mi padre me prohibía cosas. Por ejemplo, no me dejaba ir a
los cafés. Pero nunca me dijo: "No puedes salir porque lo dice Dios".
Con mi padre podía discutir, con Dios no. Esa es la diferencia.
¿Cómo ha cambiado el uso
del velo integral en todo este tiempo?
Antes las mujeres lo
usaban para esconderse en los espacios públicos. Ahora las chicas se ponen el
burka para ser vistas, para decir que aceptan el orden de dominación sexual. El
burka sexualiza a la mujer. Te quita la identidad, eres sólo sexo. En
Argelia, sin embargo, se dice que el velo sirve para evitar el deseo del hombre,
dando por supuesto que este es incontrolable. La religión musulmana ha
sexualizado la relación entre hombres y mujeres.
La periodista Itziar
Elizondo, que colabora en su libro, opina que en España se ha desaprovechado
una oportunidad única de debatir sobre cultura y género. ¿Está de acuerdo?
Totalmente. El burka se ha
convertido en una cuestión electoralista. Y lo peor es que no se han debatido
cuestiones de fondo, como son el género y los derechos de los inmigrantes.
¿Cree que a los políticos
sólo les interesa este tema para ganar votos?
Les interesa, pero no
saben afrontarlo porque piensan que la etnia árabe-musulmana es diferente a la
europea, que lo bueno para un europeo no es bueno para un musulmán. Este es un
pensamiento racista y etnicista, porque la igualdad no sólo tiene que ser entre
europeos. El islam es el continente negro del pensamiento europeo. La
inteligencia europea se paraliza cuando entra en el debate del islam.
¿Ha fallado en este
aspecto la izquierda europea?
Su
error fundamental ha sido no distinguir entre las cuestiones políticas y las de
civilización. Ya no hay una moral de izquierdas. La izquierda no es capaz de
indignarse. Ve lo que hay detrás del burka, ve el símbolo, pero no ve el burka.
Empeñada en su deseo de la paz social, considera que el islam es otro
mundo al que Occidente no puede entender y prefiere dejar las cosas como están.
El problema es que la derecha aprovecha esta pasividad para ganar clientela
electoral.
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