Los estudios marcaron el discurso oficial franquista y
determinaron la actuación colonial de España en África en los años
cuarenta y posteriores
RAFAEL FRAGUAS - Madrid - 19/12/2010
"La materia prima que más interesa en nuestros territorios es
el hombre. ¿Qué es capaz de hacer este hombre negro, de ojos más negros
que su piel, grandes pero inexpresivos; de nariz corta y ancha, de boca
amplia? ¿Qué capacidad somática y psíquica alcanza a desarrollar? (...)
¿Qué trabajo es capaz de desarrollar? La solución a todos estos
problemas la consideramos absolutamente necesaria, si queremos colonizar
racionalmente nuestros territorios. De otra parte cabe preguntar: ¿es
posible en África una colonización espiritual o solamente hay
posibilidad real de una colonización material?". Así comenzaba el libro Capacidad mental del negro,
escrito en Guinea Ecuatorial por los doctores Vicente Beato y Ramón
Villarino, publicado por la Dirección General de Marruecos y Colonias,
en el año 1944 y reeditado por el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) una década después.
Los médicos pugnaban por lograr un servicio de puericultura en las
colonias españolas de Fernando Poo y Río Muni, en el corazón de África,
donde estuvieron destinados varios años. Si Villarino había pertenecido
al Servicio Sanitario Colonial, Beato llegaría a dirigir el dispensario
infantil de Santa Isabel, tras haber sido pensionado por la Junta de
Ampliación de Estudios en las maternidades alemanas de Kiel y Freiburg.
Tal vez por ello no les resultara extraño el trabajo desarrollado allí
mismo por un médico alemán, el doctor Kramer, pionero de los estudios
psicológicos sobre los hombres de color y que fue enviado allí por el
Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial, un buen día desapareció
súbitamente con su equipo de tierras africanas. Beato se inspiró en las
tareas de sus colegas alemanes para aplicar los métodos Bidet-Bobertag y
el de Yerkes, "para determinar la edad y el "coeficiente" mental,
aplicados al negro", como rezaba el subtítulo de su publicación.
La
tesis de los doctores españoles era sencilla: las enfermedades
tropicales, desde la tripanosomiasis, la temible enfermedad del sueño,
al paludismo, e incluso la lepra, han dejado tales estigmas en el hombre
negro que su inteligencia se ha resentido.
"Es la premunición de
Sergent", escriben en su libro, "que confiere al individuo un estado
crónico durante el cual puede llevar el germen de la infección, sin que
él mismo sufra los brotes de la reinfección... pero este germen toma
definitivamente su asiento (...) e intoxica constante y lentamente todos
los humores orgánicos con los productos de su catabolismo (...). Como
resultado final de este ataque permanente sobreviene, cuando no la
muerte, la destrucción somática y psíquica del individuo y, a la larga,
de la raza".
El colofón de este prólogo se mostraba así: "Sin él
[hombre negro], no sería posible la explotación de este continente
salvaje y preñado de riquezas. (...) Su brazo es sustantivo para el
logro de los fines colonizadores en los tiempos presentes". Para
rematar, los doctores españoles añadían: "Hemos señalado cómo las
enfermedades tropicales agotan totalmente al individuo desde su
nacimiento y cómo con ello sufre su psiquismo. No queremos indicar con
esto que toda la inferioridad de las cualidades psíquicas del negro sea
debida a la tara patológica". Y continúan: "Estimamos que gran parte de
ella es consecuencia de un fenómeno natural. Es indudable que una
sanidad bien llevada mejoraría la raza también en dicho sentido".
Cabrá
aducir, por parte de algunos, que el estado de las investigaciones
psicológicas en aquellos años no daba para mucho más y que los
paradigmas científicos eran a la sazón tales como Beato y Villarino los
expusieron en su libro. "Pero eso no es así", precisa el psicólogo e
historiador de la Ciencia Javier Bandrés de la Facultad de Psicología de
la Universidad Complutense quien, junto con su colega Rafael Llavona,
acaba de desvelar en su revista científica Psycología Latina de
noviembre, un estudio sobre el libro de Beato y Villarino. "Ya entonces,
en plenos años 40 del siglo XX, una doctora española destacada en
Guinea Ecuatorial, Ave María Vilacoro, que curiosamente también había
estudiado en Alemania, combatía con denuedo aquellas concepciones por
considerarlas netamente racistas", explica Bandrés.
Pero más grave
aún que la melodía de aquel infausto libro fue que diez años después,
en los albores del fin del aislamiento internacional del franquismo tras
el pacto con Estados Unidos previo al fin de la autarquía, el libro de
Beato y Villarino fue reeditado por el CSIC. El supremo órgano de la
ciencia y del pensamiento de España estaba regentado por hombres
próximos al Opus Dei, cercanos a su vez al almirante Luis Carrero
Blanco, el hombre más próximo a Francisco Franco, jefe del Estado.
Carrero llevó siempre los asuntos africanos en general y guineanos en
particular como cuestiones propias. Tanto era así que, antes y
simultáneamente a la reedición del libro, el general Díez de Villegas,
próximo al almirante y director del Instituto de Estudios Africanos del
CSIC, cargo agregado al de responsable de la administración colonial
española en África, encomendó a Ricardo Ibarrola una serie de "estudios
científicos" en Guinea Ecuatorial. Ibarrola era director del Instituto
Nacional de Psicotecnia y ejercía como oráculo del régimen de Franco en
lo concerniente a la psicología. Según explica Javier Bandrés, "su
misión consistía en demostrar que dada la probada inferioridad de los
africanos, resultaba superflua la homologación del sistema educativo
peninsular en la colonia y se justificaba la aplicación de criterios que
consideraban a los indígenas como meros braceros, habida cuenta de su
manifiesta deficiencia intelectual".
Sin embargo, las tesis de
Ibarrola y de sus mentores hallaron un abierto rechazo por parte de
responsables del Ministerio de Educación Nacional destacados en la isla
de Fernando Poo y en el territorio continental de Río Muni, que veían en
aquellos trabajos la coartada oficial perfecta para desproveerles de su
función como enseñantes en la colonia.
Nada más llegar a la
cartera de Educación Nacional el ministro Joaquín Ruiz Jiménez, Ibarrola
fue sustituido por José Germain al frente del INP, de donde a su vez
había sido desplazado por éste al culminar la Guerra Civil, durante la
cual Germain se había refugiado en Francia, sin combatir en bando
alguno. Su rival combatió en el bando de Franco.
No obstante, de
los "estudios científicos sobre el negro" de Ibarrrola obtuvo el
almirante Carrero Blanco los mimbres para el discurso colonial oficial,
que permaneció vigente, bien que contestado por el de apariencia
descolonizadora preconizado por Fernando María Castiella desde Asuntos
Exteriores, hasta el fin de la colonia, en 1968; eso sí, todo blindado
por la Ley de Secretos Oficiales que, como una impenetrable losa,
sepultó en el silencio durante décadas todo lo concerniente a la
atribulada colonia española.
Ricardo Campos, historiador de la
Ciencia del CSIC señala: "La historia de la medicina y de la psiquiatría
a lo largo del siglo XIX está impregnada de retazos de pensamientos
racistas. Ahí cabe insertar el discurso colonial español respecto a
África. Posteriormente, en el siglo XX, los fascismos elevaron ese
discurso a política de Estado. Por eso en los cuarenta y siguientes el
CSIC, que era una institución evidentemente franquista, aplicó aquel
discurso".
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